El Tratado de Forlivio (I)

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Guido Bonato y “El Tratado de Forlivio sobre los más principales juicios de los astros”

Mercedes Ainhoa Hernández Pérez

Tesis Doctoral

Universidad Complutense de Madrid
Facultad de Filología

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Presentación

En esta tesis doctoral pretendo aproximarme a la figura del famoso astrólogo Guido Bonato o Bonatus, así como a su obra, el Tratado de Forlivio sobre los más principales juicios de los astros, traducción castellana llevada a cabo por Auger Ferrer en el siglo XVII (1638) del voluminoso compendio latino Registrum Guidonis Bonati de Forliuio. Decem continens tractatus Astronomie (1491).

Así pues, es mi intención, en primera instancia, hacer una extensa introducción a la Historia de la Astrología desde la Antigüedad hasta el Renacimiento, contexto este último en el cual se inscribe el autor de la traducción castellana de la obra del autor latino Bonatus. Me centraré, con especial atención, en los avatares científico-teológico-astrológicos del siglo XIII, siglo en el cual el astrólogo ejerce su labor intelectual.

En segundo lugar, pretendo dedicar un espacio a la vida de Guido Bonato, dando una serie de detalles y apuntes biográficos. Asimismo, he de hablar de su extensa producción astrológica en la tercera parte: el Liber astronomicus, posteriormente nombrado como Registrum Guidonis Bonati de Forliuio (1491), Decem continens tractatus astronomie (1506) y De astronomia tractatus decem (1550). En cuarto lugar, intentaré introducir al lector al significado de la extensa y compleja obra latina del astrólogo nativo de Forlí.

Por último, destinaré a la quinta y última parte de este trabajo el análisis pormenorizado del Tratado de Forlivio sobre los más principales juicios de los astros.

Nuestra obra se adhiere a la corriente de la llamada astrología judiciaria, concretamente a la llamada astrología de interrogaciones o astrología horaria, que predomina en las obras de los astrólogos árabes medievales, según afirma Luis Miguel Vicente García en su obra Estrellas y astrólogos en la literatura medieval española. De hecho, la parte original latina se intitula «De interrogationibus», «Tractatus interrogationibus seu questioniis guidonis bonati» o «Tractatus super precipuis iudiciis astrorum».

Aparece Forlivio en una miscelánea del siglo XVII, conservada en la Biblioteca Nacional de Madrid, junto a otros textos castellanos de carácter netamente astrológico: Juicios astronómicos sobre las natividades de Auger Ferrer, De Hali Abenragel en materia de tesoros, Tratado de Hali Abenragel de hurtos, señas y fisionomía del ladrón, Si una mujer está preñada o no, opinión de Alboacén Alí, hijo de Abenrazel y Para [el] enfermo aliviarse la calentura.

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4) Análisis de los Diez Tratados Astrológicos de Guido Bonato

El Liber astronomicus, posteriormente nombrado como Registrum Guidonis Bonatti de Forliuio (1491), Decem continens tractatus astronomie (1506) y De astronomia tractatus decem (1550) es el resultado de la enciclopédica labor de Guido Bonatti como astrólogo y compilador de los dichos de los sabios antiguos en materia celeste. La magna obra bonatiana consta de diez tratados que abarcan todas las ramas del saber astrológico: introducción pormenorizada sobre la naturaleza de los signos y planetas, doctrina de las conjunciones, astrología de interrogaciones, astrología eleccional, doctrina de las revoluciones, astrología genetlíaca (natividades), astrología natural o meteorológica.

Desde el maravilloso estudio de Boncompagni (1851) o la carta de Rezzi a este último (1851), la vida, y no digamos la obra de Guido Bonatti, cayó sepultada en el olvido, salvo algún artículo original aislado de principios del siglo XX. Cuando en el año 2004 comienzo este Doctorado en la Universidad Complutense de Madrid, no existen estudios profundos o tesis doctorales sobre la vida y obra del enigmático filósofo y astrólogo forlivés. Curiosamente, es en el año 2007, año en el que presento mi tesina sobre Bonatti, el año del renacer del personaje italiano: ciento cincuenta y seis años después del artículo de Boncompagni, se celebra un congreso sobre la vida y la obra de Bonatus, y sale a la luz la versión inglesa de la obra latina gracias a la labor del estudioso Benjamin Dyke. Estos estudios suponen un avance considerable en el conocimiento de la mejor y más famosa obra astrológica del siglo XIII («The most important astrological work produced in Latin in the thirteenth century seems to have been the Liber astronomicus of thus Guido Bonatti»), que hasta entonces reposaba olvidada, dejada de la mano de los investigadores. De hecho, Paolo Rambelli no dudará en calificar a nuestro astrólogo como «figura centrale della cultura astronomico-astrologica europea fino all‘Età dei Lumi».

Uno de los aspectos más llamativos de la gran obra astrológica es su extraordinario nivel de concreción. Bonatti no se limita a dar las características generales de los signos o planetas, sino que instruye al lector en la infinita casuística de los casos particulares de cada horóscopo, interrogación, elección o revolución. Todo ello adornado y mejorado con las sentencias de los astrólogos más ilustres: Messahalla, Albumasar, Ptolomeo, etc… Se podría decir que, prácticamente, no hay caso que se le escape o pormenor que no contemple. En este sentido, se hace patente no sólo su excelente conocimiento en materia astrológica, sino también su sobrada experiencia como astrólogo profesional (en muchos momentos añade juicios de su propia cosecha, así como ejemplificaciones que tienen una base real).

El volumen de información vertida es tal, la recopilación de terminología astrológica tan completa (la mayor parte de los términos vertidos proceden de la astrología musulmana), que se puede decir que el Liber astronomicus nada tiene que envidiarle a obras tan mayúsculas como el Libro conplido en los iudizios de las estrellas de Ben Ragel o el Speculum astronomiae de Alberto Magno. Afirma Ornella Pompeo Faracovi: «In ogni campo, come è ben noto, l‘incontro con la cultura di lingua araba costituì per l‘Occidente un evento periodizzante, che oltre a produrre in molti settori l‘introduzione di una nuova terminología specialistica, spesso translitterata o ricalcata dall‘ arabo, rinnovò ad allargò gli orizzonti filosofici e scientifici dei dotti europei».

Desconocemos la fecha exacta de redacción de los diez tratados astrológicos, al igual que desconocemos la fecha del nacimiento y muerte de Guido Bonato, aunque lo que sí se puede afirmar es que debió de ser posterior al año 1277 (el año en el que tuvo lugar la batalla de Valbona en la cual participó el astrólogo italiano) y anterior al 1300 (fecha tope en la cual se sitúa el fallecimiento de Bonatti).

El Liber astronomicus se compone, pues, de diez tratados que llevan los títulos que siguen a continuación:

1) «Tractatus primus qui est in confirmatione huius scientie et habet XIII capitula».

2) «Tractatus secundus De divisione orbis signorum et eorum esse quo sint ordinata et disposita: et quare sint tantum XII nec plura nec pauciora: et quare denominent illis noibus et de adiacentibus ad hec». «Secunda pars secundi tractatus De esse circuli essenciali». «Tercia pars secundi tractatus et est ista de esse circuli accidentali».

3) «Tractatus tercius De naturam septem planetarum: et quid sit illis propium et quid habeant significare. De esse cuius libet rei seu esse suum: et seu natas suas: et quid imprimant in inferiora seu diuersitatem qualitatum suorum motuum. Et habet ille tractatus duas partes».

4) «Tractatus quartus De consideratione quarundam coniunctionem et quorundam aliorum que oportet astrologorum scire et considerare: et haber VIII capitula».

5) «Tractatus quintus In considerationibus que cadunt super iudiciis seu motus et significata stellarus: et super quibusdam capitulis ad iudiciorum introductionem pertinentibus: et habet 146 capitula seu considerationes».

6) «Tractatus sextus habens primo tris capitula introductoria. De partibus iudiciorum sive introductorium sub breuiloquio ad iudicia stellarum capitulum numero 6». «Tractatus super precipuis iudiciis astrorum».

7) «Tractatus de electionibus seu dicta sapientium prohemiale».

8) «Tractatus de reuolutionibus annorum mundi».

9) «Tractatus de natiuitatibus: et earum accidentibus et aliis que ad ipsas natiuitates uniuersaliter et particulariter spectare videntur prohemium».

10) «Tractatus de imbribus et de aeris mutationibus et que circum circa illa versantur».

En el Incipit, Guido Bonatti nombra la obra como Liber introductorius ad iudicia stellarum, se erige como editor de la misma, aprovecha para declarar cuál es su patria, Forlí («editus a guidone bonato de forliuio de provincia romandiole italie»), y deja clara su intención de reunir los dichos de los filósofos para el aprovechamiento del lector ávido de conocimiento:

«In nomine domini amen. Incipit liber introductorius ad iudicia stellarum: et est non solum introductorius ad iudicia: sed est iudiciorum astronomie: editus a guidone bonato de forliuio de provincia romandiole italie: et collegit in eo ex dictis philosophorum ea que visa sunt sibi fore utilia ad introducendus volentes intendere iudiciis astrorum et ea que videbant competere volentibus iudicare seu significationes stellarum et ad alia quedam ipsis iudiciis pertinentia».

Después de invocar el nombre de Dios, Jesucristo y la Virgen María, y de dedicar unas palabras a San Valeriano Mártir, patrón de Forlí («ac beati valeriani martyris capitanei atque gubernatoris et defensionis communis forliuii»), Bonatti habla de las virtudes del cielo estrellado, reflejo de la sabiduría divina, que influye y rige en la vida inferior terrestre:

«Nec est alius deus preter ipsum qui celum et terram cum omnibus que in eis sunt fecit atque firmauit cunctaque in hominem utilitate produxit: ornauitque celum stellis tamquem lucernis illuminantibus ut suis virtutibus cuncta inferiora disponerent atque regerent hominibusquem ducatum prout eis concessum est similiter exhiberent: preposuitquem rationalis cunctis aliis animantibus ut omnia eis seruirent ipsosquem preroganter sentire atque intelligere fecit: ipsis etiam corporum supercelestium motus atque ipsorum significata manifestauit: et extendit eis celum sicut pellem ut possent in eo et per eus comunicante et reuelante diuina sapientia non solum preterita vel presentia cognoscere sed etiam futura cauerent prescirent et nunciare valerent».

Se reafirma en su condición de estudioso de la astronomía («ego igit Guido bonatus de forliuio cum aliquid in astronomie studuissem et multa opera nostrorum predecessorum inspexissem»), expresa su firme propósito de compilar los dichos de los sabios antiguos («volui componere hoc opus atque compilare ex dictis antiquorum»), a pesar de su avanzada edad («licet processerim in diebus»), para poder aprovechar sus conocimientos en la materia en favor de la instrucción de su sobrino («tui bonatis nepotis mei utilitatem»). En este sentido, es consciente de la labor ardua, así como de la prolijidad y dificultad de su empresa, la redacción del De astronomia tractatus decem:

«Et quam opus erit longum atque prolixum et longa et difficilia multumque implicita non possunt paruo numero verborum undique ad plenum enodari ad maiorem prolixitates vitandam non intendo ponere disputationes nec multas probationes licet forte aliquem possent in hoc opere poni sed studentium solummodo et tui bonati utilitatem intendo».

A continuación, expone la división del contenido astrológico, que se llevará a cabo en seis partes: «Quarum prima est introductorius generale. Secunda sunt interrogationes. Tercia electiones. Quarta annorum et mundi reuolutiones et includunt etiam coniunctiones. Quinta de natiuitatibus. Sexta de pluuiis et ymbribus».

Los tratados astrológicos serán diez, y abarcarán la totalidad de las ramas de la astrología, de ahí la complejidad de la obra:

«Et in introductorio sic incedam quia primo tractabo de utilitate quam possumus consequi de astronomia et de iudiciis astrorum: et de ipsius confirmatione dicam similiter de eius nobilitate et obuiabo quibusdam volentibus iudiciis astrorum vel electionibus contradicere et de pertinentibus ad hoc. Secundo tractabo de divisione orbis signorum et quo sic sunt ordinata et que non sunt nisi 12 et quare sic fiat eorum denominatorum et de accidentibus ad hoc. Tercio dicam quid accidit septem planetis in semetipsis et quid accidit uni eorum ab altero et de his que ad octavam speram spectant. Quarto innuani de quibusdam coniunctionibus et expositionem quorundam capitulorum. Quinto de quibusdam considerationibus que cadunt in iudiciis. Sexto postea ponam partem iudiciorum. Septimo electiones. Octauo reuolutiones. Nono natiuitates. Decimo est ultimo temporum reuolutiones siue pluuias et imbres».

Voy a analizar con especial profundidad los dos primeros tratados, ya que merecen una especial atención al no haber sido considerados por la crítica. El primer tratado, que versa sobre la utilidad de la astronomía y de los juicios astrológicos, se divide en catorce capítulos. El «Capitulum primum ad ostendendus huius utilitatem in communi» comienza con dos ideas de corte claramente platónico: la superioridad del alma humana sobre el cuerpo, y el amor a la verdad:

«Anima est nobilius quod reperit in homine: ipsa enim dat esse atque perfectionem corpori: eius cibi sunt nobilissimi respectu ciborum corporis: quam ipsa respectu ipsius nobilissima: et ipsa gaudet in lucro intellectuali: et illud pendet ex scientia philosophie: et in illa gaudet illud est eius cibus: quam cum ipsa sit ex parte veritatis: veritatem amat».

La tercera idea importante que Guido Bonatti vierte en su tratado es el carácter excelso de la astronomía y la astrología, disciplinas cuyo objeto de estudio son los cuerpos celestes, inmutables y perfectos:

«Et ita plenarie apprehendere sicut per astronomiam: et nihil est propter philosophiam primam in quo anima tantum lucretur quantum in astronomia siue astrologia: per ipsam enim scimus et cognoscimus creaturas impassibiles et inalterabiles et immutabiles in alteras essentiam ut sunt corpora supercelestia».

Después de exaltar la superioridad y perfección de la forma esférica («nobilissime atque perfecte sperice quibus non invenit principium nec medius centro excluso nec finis»), Guido Bonato encomia la profesión de astrólogo y la compara con la actividad del médico: esta última es la más noble de las ciencias terrenales, en tanto que la astrología supera cualquier disciplina existente, ya que su objeto de estudio son los cuerpos celestiales, incorruptibles e inaterables:

«Licet magisterium medicorum sit de nobilibus immo de nobilioribus magisteriis mundi terrestres tamen magisterium stellarum et eaurm opera sunt nobilissima et excedunt omnia alia magisteria et omnes alias operationes. Causa enim perfecta perfectum inducit effectum: Medicus enim intromittit de corporibus inferioribus et corriptibilibus et alterationem suscipientibus et similibus. Astrologus vero intromittit se de operationibus supercelestium corporum que non corrumpunt nec alterant».

A continuación, Bonatti hace referencia a la creación de los cuatro elementos corruptibles, pertenecientes a la doctrina platónica, y a la quinta esencia, enunciada por Aristóteles:

«Deus voluerit de quo dictum est que neque angeli neque filius sed solus pater et quam omnia corpora inferiora elementata constant ex quatuor elementis que omnia sunt corruptibilia: et que hoc sit verum nemo ambigit. Corpora vero celestia constant ex altera essentia que diuersa est ab illis quatuor elementis quinta essentia que est incorruptibilis et impassibilis quoniam si essent de istis quatuor elementis paterent et accideret eis alteratio augmentum et diminutio sicut accidit istis inferioribus corruptibilibus. Et ob hoc dictum est que corpora supercelestia sint ex quinta materia seu ex quinta essentia. Et movent illa corpora motu naturali ut quibusdam visum est: et quibus dant visus est que moveant motu voluntario et sunt lucida et rotunda et sperica que forma nobilissima est pre ceteris formis».

En último lugar, el astrólogo italiano menciona la teoría del microcosmos-macrocosmos, y refiere la disposición de los cuatro elementos que componen la vida en nuestro planeta:

«Philosophice dictus est que motus terrestres sit iunctus mundo celesti metaphorice tamen intelligendum est non absolute: et ob hoc fiunt mutationes et alterationes et corruptiones in isto mundo corruptibili. Quoniam soliditas mundi celestis peruenit usque ad elementa et circundant ille signem et ignis aere et aer aquam et terram apparentem et aqua terram et inde fiunt corruptiones elementorum et indiuiduorum elementorum».

En el capítulo segundo, intitulado «Ad ostendendum que stelle imprimunt in inferiora corpora et que mutationes que fiunt in hoc mundo fuent motibus ipsarum», Guido Bonatti habla de la disposición de los cuatro elementos y del círculo sublunar, propio de la teoría platónica, además de explicar cómo el tránsito del Sol a través de la Eclíptica provoca la existencia de las cuatro estaciones: primavera, verano, otoño e invierno.

«Non enim credo alicui esse dubium quin motus celi circudans elementa mutet ignem et aerem: et ipsi mutent alia elementa aquam et terram et cuncta animantia et vegetabilia et cetera que sub lunari circulo esse habent et in eis existunt et cuncta mutationem seu alterationem suscipientia: quare sol et era opernatur in omnibus terrenis individuis sed et individuorum partibus: quam non accidit terre alteratio nisi ex mutatione solis per signa quatuor anni tempora que sunt ver: estas: autumpnus et hyems».

Asimismo, el astrólogo forlivés habla de los cambios físicos provocados por las cuatro estaciones, pero sobre todo, de los cambios que la Luna provoca en las aguas con el aumento y disminución de su luz, debido a la cercanía entre ambas esferas:

«Et videmus etiam similiter in certis temporibus anni excessus aquarum et alias mutationes que fiunt propter circularem reuolutionem agentes celi: et inde acadunt alterationes omnibus rebus in terra positis: et maxime in augmento atque diminutione luminis lune: quam ipsa est magis propinqua terre ceteris stellis et magis sentiunt eius impressiones. Et ex calore solis similiter qui pro ceteris aliis sentit licet forte alii planete aliquem augeant eius efficaciam aliquando diminuant eam seu que est eis naturalis prout ipsi ei applicant vel ipse illis».

En último lugar, Bonatti pone de relieve el largo lapso de tiempo que sucede hasta que el influjo estelar se manifiesta en la Tierra («Aliarum vero stellarus impressiones non ita sentiunt sed in longioribus temporibus apparent earum effectus»).

En el capítulo tercero, «Qualiter perueniatur ad scientiam iudiciorum astrorum et quo est quod excusari potest», Guido Bonatti comienza con su defensa de la ciencia astrológica (y lo hace aportando numerosas razones y ejemplos loables), la cual se prolongará hasta el capítulo undécimo de este primer tratado. El tercero es un capítulo breve y conciso en el cual el astrólogo de Forlí destaca como la Astrología se halla sujeta al movimiento de los «cuerpos supracelestes», al igual que la Aritmética depende del número, la Geometría de la medida o la Música de la consonancia: «Subiectum enim arismetrice est numerus: geometrie mensura: musice consonantia sicut alibi dicitur que sunt nobiliora ratione demonstrationes tamen. Subiectum vero astrologie est qualitas motus supercelestium corporum».

El capítulo cuarto, «Contra illos qui dicunt que scientia stellarum non pot sciri ab aliquo» se abre con la exposición de uno de los argumentos sostenidos por los detractores de la astrología: la ciencia astrológica no es válida ya que no se conocen todas las estrellas, y por tanto, es imposible conocerlo y predecirlo todo:

«Qui hanc scientiam vilipendendam esse dixerunt licet friuolas: aliquas tamen inuenerunt occasiones ut reprobent. Quarum prima est que scientia stellarum non potest sciri tota dicentes que celum empireum sit totum stella et que influat et imprimat sicut influum cetere stelle sicut sunt quidam fatui tunicati: et astrologus non facit de ipso mensionem videt ergo que scientia stellarum non sciatur ad plenum».

A continuación, Bonatti nos explica cómo cada cielo o esfera posee su propia luz, su propio número y su propia virtud característica:

«Partes vero aliorum differunt lumine numero et virtute: nam maior virtus cuiuslibet est aggregata in partibus differentibus. Splendor enim seu lumen cuiuslibet celi septem planetarum est aggregata in uno corpore sensibiliter: lumen vero sue splendor octaui celi est aggregatus in diuersis locis seu corporibus sensibilibus ad diuersas operationes a prima causa eis deputatas: et sic possunt imprimere multa et diuersa significata put eis primus artifex constituit ab eorum formatione. In impressione vero noni celi servatur idemptitas in impresione vero aliorumj celorum non servatur idemptitas sed diuersitas sicut dicam tibi suo loco et tempore atque sine eis generatio et corruptio non fieret et impressiones celorum sensibilium sentiunt seu earum diuersitatem. Et si reciperet impressiones seu influentiam a nono celo diferente seu indifferentem tamen non possunt influere siue imprimere in inferiora».

Poco después, rebate el argumento de los enemigos de la astrología (teólogos), que da título al epígrafe. Si bien es cierto que las estrellas son innumerables y que el astrólogo tan sólo conoce una porción de esa cantidad infinita, es más cierto aún que los doce signos del zodíaco comprenden la totalidad de las estrellas, por lo cual queda invalidada la tesis de los contrarios a la ciencia de los cuerpos celestes:

«Preterea potest iri iri contra eos hoc modum quoniam non sunt qui reprehendant modo astronomia nisi quídam qui dicunt se theologos cum sint illud quod sunt qui dicunt que astrologi non nouerunt totam astronomiam et si non sciunt eam totam non potest eam iudicare nec aliquid predicere de futuris cum stelle sint quasi innumerabiles et astrologi non faciunt mencionem nisi de 1022 earum preter planetas. Ad quod potest responderi que astrologus licet non denominet omnes stellas quia valde prolixum esset tamen utitur eis omnibus: quoniam ipse utitur 12 signis sub quibus fere omnes stelle comprehenduntur».

Bonatti también apunta que, en este sentido, la teología es una disciplina un tanto difícil, ya que trata de los asuntos elevados e incognoscibles, en tanto que la astrología posee una serie de reglas basadas en los movimientos de los cuerpos celestiales, los cuales se pueden medir, y, por lo tanto, predecir:

«Non enim potest sciri de astronomia ita parum quin sit multum respectu eius quod potest sciri de theologia: maius enim est prima causa respectu celi quam sit celum respectu grani sinapis: et astrologus scit de celo plus quam granum sinapis: et ipsi nesciunt de deo respectu ipsius quantum est granum sinapis respectu celi: restat ergo que astrologi sciunt plus de astronomia quam ipsi de theologia: multo fortius igitur possunt iudicare quam ipsi predicare. Astrologi enim sciunt de astronomia tantum quantum astra et celi sensibiles possunt imprimere atque significare»

En el quinto capítulo, «Contra illos qui dixerunt que planete vel alie stelle non habent significare aliquid super generatione neque super corruptione neque super aliquid de his que fiunt citra globum lune», nuestro autor responde a los detractores de las astrología recordando cómo lo inferior es regido por lo superior, y que lo superior provoca la corrupción de los elementos, lo cual da lugar a la generación y la corrupción tal y como la conocemos:

«Quibus taliter est respondendum que omnes sapientes concordant in hoc que inferiora reguntur a superioribus non que stelle regant hominem vel equum vel currum vel hauim vel alia instrumenta corruptibilia (….) Sed regunt ea mouendo et corrumpendo elementa et conuertendo ea: et ex illis sit generatio et corruptio et efficiuntur indiuidua ex elementis que corrumpuntur: demum corrumpuntur indiuidua et rederunt in elementa et sic annichilatur quod ipsi dicunt».

«Contra illos qui dicunt que planete habent significationem super rem uniuersalem tantum» es el título del capítulo sexto, en el que Guido Bonatti demuestra cómo los planetas rigen también lo particular: los individuos están formados por los cuatro elementos tradicionales, y estos cuatro elementos lo constituyen todo, hasta el punto de que cada parte del cuerpo humano está regida por sus influencias (en la tradición, por un signo específico):

«Quibus taliter est respondendum que omne indiuiduum ex elementatis constat ex quatuor elementis et elementa constituunt illud (….). Et non solum indiuidua sed partes indiuiduorum ut manus pes caput et similia. Et faciunt etiam planete per conuersionem elementorum et eorum mutationem et alterationem indiuidua crescere augmentari senescere infirmari et similia propter elementorum corruptionem et conuersionem et iterum corrumpi et in elementa redire».

En el séptimo capítulo, «Contra illos qui dixerunt que stelle significant tam duo sed necessarium et impossibile: possibile vero non» el astrólogo italiano explica, a través de diversas ejemplificaciones, la diferencia entre los conceptos ‘imposible’, ‘posible’ y ‘necesario’, y concluye que el juicio astrológico se halla entre lo necesario y lo posible:

«Et possibile est hunc hominem cum nascitur esse regem: et possibile est hunc eundem hominem non esse regem si autem non fuerit rex impossibile fuit eum esse regem: sed inter necessarium et impossibile médium est possibile: et inter necessarium et possibile medium est iudiciium: igitur possibile est: et iudicia stellarum sunt vera et utilia quia naturalia: unde non sunt causa per accidens ab eo que est sibi naturale».

El capítulo octavo, «Contra illos qui contradicunt iudiciis astronomie: et qui reprehendunt eam nescientes dignitatem eius eo que non est lucratiua» es muy interesante a la hora de conocer la personalidad de Guido Bonatti. En él, el astrólogo resalta la nobleza de la ciencia y el conocimiento en contraposición a la riqueza, la fortuna, los asuntos mundanos («Quam scientia respectu pecunie nobilissima est: pecunia enim respectu scientie vilissima est») y destaca el carácter caprichoso de la Fortuna, que sonríe o perjudica tanto a los fuertes como a los débiles:

«Quia videmus quosdam fortes indigere pecunia: et quosdam alios fortes abundare pecunia: quosdam debiles indigere pecunia: quosdam debiles abundare pecunia: quare hoc sit dicetur inferius in iudiciorum negocio: vel forte in tractatu natiuitatum».

Otro de los argumentos que Bonatti esgrime a favor de la ciencia es que ésta es aquella disciplina que distingue al ser humano racional de los animales. De hecho, cuanto más lejos se halla el individuo del conocimiento, más bruto y estúpido se vuelve:

«Homo enim dignior est ceteris animalibus: et hoc non accidit ei nisi propter sapientiam atque philosophiam et cognitionem eorum que non cognoscuntur ab aliis animalibus: et per instrumentum rationis et rationabilitatis que sunt in homine [….] Et quanto minus est in eo de sapientia: tanto magis est remotus a rationalibilitate et magis propinquus brutus».

En último lugar, el astrólogo forlivés cita a Séneca en dos ocasiones. En la primera de ellas habla de que el saber es la verdadera vida; la segunda cita proviene de las Epístolas morales a Lucilio, obra en el cual el filósofo afirma que el ocio sin instrucción, sin conocimiento, se asemeja a la propia muerte:

«Et illa non potest ei evenire nisi per literaturam nec potest ei evenire propter substantiam accumulatam: sed ex substantia potest viuere in quiete: tam illud non est viuere ut vere viuere: unde Seneca. Ocius sine literis mors est et viui hominis sepultura: unde si non esset homo sapiens non esset dignior ceteris animalibus sicut est».

El capítulo noveno es un despliegue de argumentos en favor de la provechosa astrología: «Contra illos qui dixerunt que scientia stellarum non est utilis sed potius damnosa eo que inducit tristiciam e angustiam illis qui presciuerunt accidentia futura unde tristantur illa de causa antequem eueniat eis impedimentum». En primer lugar, nuestro astrólogo y filósofo menciona a aquellos que afirman que su ciencia es dañosa, y que sólo acarrea tristezas y temores. Para rebatir este lugar común, este tópico, cita el Centiloquio de Ptolomeo: «Ait enim ptholomeus in centiloquio astrologus optimus multa mala potest auertere que seu stellas ventura sunt»

Según nos comenta Bonatti, gracias a la astrología judiciaria se puede predecir tanto lo universal como lo particular: el calor, el frío, la abundancia, la carestía, las pestes, las hambrunas.

«Accidentia enim futura sunt aut universalia aut particularia: uniuersalia quidem sicut yems estas calor frigus: aeris distemperantia ut pluuia nix grando: pestilentie ut mortalitas fames sterilitas abundantia terre nascentium et similia».

Uno tras otro, el astrólogo de Forlí va ofreciendo toda una serie de ejemplos relativos a aquellas materias susceptibles de predicción. La primera que menciona es la más básica, la agricultura, que puede ser mejorada notablemente, ya que el estudioso dispone de las claves para sembrar y recolectar en los momentos adecuados, en cualquier lugar del mundo: «Aliter enim plantatur in hyspania: aliter in anglia: aliter in lombardia: aliter in romania: aliter in apulia: aliter in asya: aliter in ethiopia: aliter in alpibus: aliter in planicie: aliter in yeme: aliter in estate».

A continuación, el erudito menciona la posibilidad de predecir la mortandad futura en cualquier punto del globo («cum presciuerit mortalitatem futuram in aliquo climate vel in aliquo regione poterit se mouere et recedere ab illa regione et ire ad aliam in qua pestis non minabitur in anno illo»); la posibilidad de evitar las enfermedades («poterit se opponere cause minanti infirmitatem illas: vel ire similiter ad aliam regionem ut sanus moretur»); de predecir el tiempo que ha de venir, con sus lluvias y vientos («similiter si preuiderit aliquis pluuiam futuram (….) et preuiderit ventum futurum»); de evitar posibles naufragios («peruenire ad portum in quo sic securus ne naufragium patiatur»); o de anticiparse a la muerte («si preuiderit moriturum poterit ei predicere mortem»).

Asimismo, nos recuerda cómo la Astrología Judiciaria permite evitar los peligros prometidos por la revolución anual, ya se trate de enfermedades propias («et si videris in aliquo anno revolutionis sue que immineat eo aliquid periculum (….) ut si sit infirmitas poteris ei predicere causam egritudinis»); de muertes, sea propia o ajena («mors poterit ei predicere mortem suam in anno illo (….) norte subitanea seu repentina sine ordinatione suarum rerum tam spiritualem quam temporalium (….) Si sit infirmitas vel mors fratrum vel filiorum vel patris vel matris»); o de venganzas de los enemigos («ut possit a se inimicum expellere»).

Bonatti afirma que la predicción de los hechos futuros es útil en dos sentidos: te avisa de las contrariedades que están por venir, al tiempo que ahuyenta las tristezas y miedos propias de la incertidumbre, conduciéndote, de este modo, por la senda de la Verdad: («Uno sed quia presciuerit homo que aliquod contrarium debeat sibi euenire: potest illud aut ex toto vitare: aut pro parte competenti diminuere (….) Prescientia alicuis rei inducit merorem seu tristiciam postquam fuerit eam rem adeptus: quia non sperat plus adipisci eam»).

En el capítulo décimo, «Contra illos qui dixerunt que iudicia stellarum non valent nec etiam electiones valent dicentes que ita potest eligi inimico sicut ei cui eligitur», Bonatti instruye al estudiante de astrología sobre cómo debe proceder en sus juicios astrológicos antes las preguntas de los escépticos. El estudioso italiano toma como ejemplo el inicio de la batalla entre dos ejércitos o entre dos adversarios. ¿Por qué? Porque es un caso especial, ante el cual el escéptico puede plantearse preguntas o dudas del tipo de: si los dos ejércitos se hallan bajo el mismo ascendente a la hora de la batalla, ¿cómo es posible que el astrólogo pueda saber el desenlace? El erudito de Forlí va dando toda una serie de pautas al respecto, algunas de ellas de puro sentido común, otras relacionadas con la astrología: ganará aquél que posea el ejército más numeroso, el que disponga del caudillo más sabio, el bando que posea al líder que hubiera nacido de noche (la noche es más poderosa para las labores de Marte, el dios de la guerra, aunque esto Bonatti no lo dice, sino que lo presupone), aquella mesnada que se mueva desde oriente contra occidente (la zona oriental es siempre la más afortunada), o aquel ejército que tenga el Parte de Fortuna (del horóscopo del momento) a su favor.

El capítulo undécimo, el cual lleva por título «Contra illos qui dixerunt uniuersaliter que astrologia non erat aliquid ad ostendendum que ipsa est et quid ipsa sit», le sirve a Bonatti para plantear varias definiciones de ‗astronomía‘ y ‗astrología‘. La astronomía, pues, sería la regla de los astros, en tanto que la astrología sería la ciencia contemplativa que explica el curso de los astros, la cual se divide en tres partes o ramas: figuras celestes, movimiento de los cuerpos supercelestiales, y el estudio de los siete climas de la Tierra, así como de la diversidad de los días y de las noches en cada una de las regiones:

«Astronomia est astrorum regula prout quídam sapientes eam diffiniuerunt. Est enim regula recta ordinatio (….) Astronomia est scientia per quam non solum presentium verum etiam preteritorum ac futurorum datur cognitio (….) Astrologia que est eius pars siue species contemplatiua est scientia magnitudinis mobilis que cursus siderum et habitudines stellarum circa se et circa terram certa ratione perquirit. Et huius partis sed astrologie tres sunt partes. Prima quarum est de numeris et figuris celestium corporum (….) Secunda est de motibus supercelestium quot sunt: et que omnes eorum motus sunt sperici: (….) directo et retrogradatio, deorsum dextrorum et sinistrorum (….) generatio et corruptio augmentatio et diminutio alteratio et sue locum mutatio (….). Tercia vero inquirit de hoc quod habitatur de terra et de illo quod non habitatur seu dispositionem septem climatutum: et de diuersitate diei et noctis unamquamquem regionem».

En el capítulo undécimo, «Ad sciendum quid est astronomia que est pars actiua», Bonatti da una tercera definición de astronomía («Astronomia est scientia que cursus stellarum et ipsarum dispositionem seu opinionem utentium ea preuia ratione temporum describit noticiam»). A continuación, da al lector una clasificación de los distintos tipos de mancias: hidromancia, aeromancia, piromancia, quiromancia, etc…

«Sunt tamen plures alie scientie iudicandi prout ipsas questiones proponuntur sicut geomancia que exercetur in terra et aliis pluribis modis conuenientibus sibi. Idromancia in aqua. Aerimancia in aere. Piromancia in igne. Ciromancia in manu prout testatur aristotiles in libro de animalibus. Spatulamantia in spatula alicuis animalis. Et etiam multe alie scientie augurandi sicut vox alicuius animalis: vel cantus alicuius auis: vel ululatus: vel garritus aut obuiatio alicuius rei: et multe alie».

Después de mencionar el De scientiis de Alfarabí, nuestro astrólogo italiano da una cuarta definición de astronomía y se dedica a explicar sus partes, como ya hiciera con la astrología:

1) Forma del mundo y círculos celestes.
2) Curso de los planetas.
3) Orto y ocaso de los signos.
4) Eclipses del Sol y la Luna.

«Astronomia est scientia de significatione stellarum quid stelle significent de pluribus rebus presentibus preteritis atque futuris (….) Partes autem huius partis siue speciei sunt quatuor. In prima quidem agitur de situ et forma mundi et circulis celestibus. In secunda agitur de cursibus seu motibus planetarum et aliarum stellarum. In tercia agitur de ortu et occasu signorum. In quarta vero agitur de eclipsibus solis et lune et aliorum planetarum (….) Secunda vero species astronomie est iudicium (….) Iudicium vero versatur circa cognitionem temporum locorum signorum planetarum situum et aspectuum eorundem et his similia et quid concidat ex eis».

Bonatti termina el capítulo enumerando los diferentes instrumentos astronómicos («cuius scientie instrumenta sunt multa astrolabium: quadrans: armilla suspensoria: et altera armilla: planisperium: curuisperium statua plosica et similia»), explicando la diferencia entre astronomía y astrología («differentia vero inter astrologia et astronomia hec est: quam astrologia est seu rei veritatem ad scientiam intellectualem siue scientialem. Astronomia seu que ea utentes opinantur ad effectum ipsius seu scientia operatiua»), para después considerar la ‗mathematica‘ o astrología como la más excelsa («debebat doceri ante alias mathematicas: quam nobilior»), y recordar al lector su inclusión dentro del quadrivium («mihi autem videtur que ipsa debeat doceri post omnes alias mathematicas tam post musica quam post arismetricam et geometriam quare ita bene indiget ipsa consonantia sicut numero et mensura»).

El capítulo decimotercero lleva el siguiente título: «Que hac scientia non debet reprehendi cum sancti patres ea fuerint usi». En él, Guido Bonatti menciona a varios personajes históricos célebres que conocieron, estudiaron y utilizaron la astrología: afirma que Abraham instruyó a los egipcios, especialmente a Athlanta, que sobresalía sobre todos los hombres sabios. También menciona a Athlas, el personaje mitológico que sostenía el cielo sobre sus hombros, y que por ello, conocía mejor que nadie los cuerpos celestes o supercelestes:

«Abraam enim instruxit egyptios et alios tunc temporis astronomia prerrogatiue uti volentes et specialiter athalanta qui in hac scientia preualuit ómnibus sapientibus qui tunc eran tita que reputabat quasi deus. Et inde dictum est que athlas sustineret celum propter hoc et ipse sciebat plus de corporibus supercelestibus quam aliquis qui reperiebatur tempore illo».

A continuación, el astrólogo italiano hace referencia al hecho de que Jesucristo empleaba la astrología eleccional en determinados momentos. Bonatti narra cómo, en el camino a Judea, hallándose con los apóstoles, Jesús quería elegir una hora afortunada para hacer su entrada en la ciudad, y de este modo evitar peligros inminentes: «Dixit nonem 12 hore sunt diei ac si diceret una hora est bona licet alia sit mala quam in hora mala illi habebant malam voluntatem contra eum».

Concluye el capítulo mencionando a Giovanni Da Vicenza como ejemplo de religioso hipócrita que niega el status de ciencia y arte que posee la Astrología, de necio que se empeña en persistir en sus errores («Iohannes vicentinus ypocrita de ordine predicatorum qui dixerunt que astrologia non erant ars neque scientia (….) Sunt fatui et errant et ipsi in suis fatuitatibus atque in suis erroribus»), a pesar de que la ciencia de los cuerpos celestes figura entre las siete artes liberales («patet enim omnibus astrologiam esse scientiam atque unam ex septem artibus liberalibus»).

En el último capítulo del primer tratado, «Capitulum decimoquartum ad ostendendum astronomiam esse artem atque unam ex quatuor mathematicis scientiis doctrinalibus», Guido Bonatti da varias definiciones del término ‗astrología‘ («vel astrologia est scientia que cursus iderum et habitudines et figuras stellarum circa se et circa terram indagabili rationale perquirit ergo per locum a diffinitione astrologia est scientia»), y recurre a la autoridad de San Agustín («ergo ipsa est ars vel scientia: quod augustinus satis manifeste probat dicit ars est preceptio que dat certam viam rationalem gerendi vel dicendi»), Séneca («unde Seneca rememorare preterita: considerare presentia: preuidere futura»), o Aristóteles («teste aristotile in secundo metaphisice contra tales non est disputandum qui volunt destruere scientiam quoniam sunt peiores bestiis») para defender la integridad de la astrología como ciencia y arte. Asimismo, recuerda cómo forma parte de las cuatro ciencias del quadrivium, y cómo sin la ciencia de los cuerpos celestes éste se vería destruido. En último término, enumera una larga lista de autoridades en la disciplina astrológica para probar su consistencia y autoridad, como Messahala, Aly Ben Ragel, Albumasar o Al-Kindi:

«Preterea cum aristoteles ptholomeus iaphar ahaydimon albumasar messahala almetus alfraganus thebit iergis ahomar dorotheus alchindi albenait astaphas almansor hali aboali et alii plurimi sapientes hanc scientiam scripserint et docuerint que astrologia est scientia non est verisimile si ipsa non esset scientia que tot et tanti viri cum taliter nominassent»

Y añade una última consideración sobre los elipses, los cuales son un argumento más a favor de la ciencia astrológica, ya que producen cambios significativos en nuestro mundo: «Astrologus manifestat eclipsim per causam per interpositionem et manifestat eadem interpositionem per eclipsim: qua propter his et multis aliis de causis astrologiam esse scientiam manifeste probatur».

El tratado segundo lleva por título «De divisione orbis signorum et eorum esse et quomodo sint ordinata et disposita et quare sint tamen 12 nec plura nec pauciora et quare denominetur illis nominibus et de adiacentibus ad hec». El astrólogo de Forlí comienza el opúsculo enumerando las fuentes empleadas, aunque, en su línea habitual, casi siempre manejará citas indirectas de las autoridades mencionadas y omitirá señalar el tratado específico del cual proceden: «Dicam ergo seu vestiglia venerabilium predecessorum nostrorum ea que huic operi utilia esse videbuntur rememorarius eorum sententias scilicet ptholomei hermetis iaphar thabit alchabicii alcaiat alchindi alenzedegoz messale adile iergis albenait aardimon arestali et aliorum».

En el capítulo primero, «In divisione orbis signorum et que signa sunt tamen 12 et que nec plura nec pauciora», el autor comienza enumerando los signos del zodíaco en estricto orden de aparición, del primero al duodécimo: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis. Bonatti explica cómo el número 12 es el número perfecto, ya que surge de la multiplicación del ternario por el cuaternario (vid. Epígrafe primero, Historia de la Astrología), afirma que todo lo existente en nuestro mundo («elementata composita») se halla compuesto de los cuatro elementos (fuego, aire, agua y tierra), y destaca el carácter corruptible de estos últimos: son los cuatro elementos tradicionales los que provocan la corrupción de los signos y de los planetas: «Signa enim non corrumpuntur sed corrumpunt elementa: et elementa sunt quatuor que corrumpuntur a signis et planetis ex eorum circunuolubilitate inquiescibili: quam aliter elementa non corrumperentur quantum esset in semetipsis nisi corrumperentur a stellis et earum circunuolutione».

A continuación, menciona las cualidades de los cuatro elementos: el fuego es cálido y seco, el aire es cálido y húmedo, el agua es fría y húmeda, y la tierra fría y seca. Sin embargo, cada elemento podría caracterizarse por una sola propiedad: el fuego y su carácter cálido, el aire y su humedad, el agua y su frigidez, la tierra y su sequedad. Los signos, pues, poseen cuatro estados diferentes: el calor y la sequedad, el calor y la humedad, la frigidez y la humedad, la frigidez y la sequedad. Toca después definir las tres triplicidades: la del fuego, que corresponde a los signos de Aries, Leo y Sagitario; la del aire, que corresponde a Géminis, Libra y Acuario; la de la tierra, formada por los signos de Tauro, Virgo y Capricornio; y, en último lugar, la del agua, con Cáncer, Escorpio y Piscis.

En el capítulo segundo, «Quomodo signa agunt in elementa et in que elementa aguntur quelibet signa», Bonatti enumera las características particulares de cada signo, agrupados éstos por triplicidades. De Aries afirma que se caracteriza por las cualidades de cálido y seco, y por constituir el inicio del movimiento natural: es como la semilla que germina en Primavera, el primer impulso de vida de una naturaleza que se abre paso a toda costa («et sic est inicium motus naturalis similiter ad faciendum semina germinare est ad faciendum arbores florere atque frondes emittere et fructus producere»). Con respecto al signo de Leo, el erudito destaca su calor y sequedad, semejante a la de Aries, pero con una diferencia crucial: en la estación en la cual el Sol pasa por el signo del león (verano), los frutos maduran (no olvidemos que es un signo fijo), lo cual supone no sólo un aumento de la energía, sino también una cierta cualidad destructiva («que maturatio quodammodo destructio est»). Sagitario, último elemento de la triplicidad del fuego, culmina el proceso de destrucción de la Naturaleza con la caída de la hoja (meses de noviembre a diciembre): «facit ad destructionem seminum et herbarum (….) quarum folia cadunt in hyems: ed ad lesionem multorum animalium».

Respecto a los signos de tierra, o triplicidad del elemento tierra, el astrólogo y filósofo describe a Tauro, el primer de los signos de ese elemento como frío y seco; su temperamento, sin embargo, provoca el aumento de la vegetación y la generación de las diversas especies (su regente, Venus, es la diosa de la fauna y la flora). Con el ingreso del Sol en el signo de Virgo, frío y seco, la vegetación sufre un menoscabo, un detrimento que se traduce en el inicio de la caída de la hoja («ut vegetabilia patiantur detrimentum et diminutionem et retardentur herbe et cadant arborum folia»). Capricornio, último signo de la triplicidad de la tierra, frío y seco, es, sin duda, el más destructivo y opuesto a la vida: «destruentem et mortificantem nec generantur de leui tunc animalia (….) nec monetur natura ut herbe nascantur vel arbores frondescant vel floreant (….) nec germinant semina et similia».

La triplicidad del elemento aire se halla constituída por los signos de Géminis, Libra y Acuario. Géminis, cálido y húmedo, es de naturaleza confortante y odorífera: cuando el Sol entra en el signo de los gemelos, las semillas germinan y los individuos de las diferentes especies se regocijan en su ser: «temperatam confortantem naturam et omnem odorem et omnem statum odoriferum: et confortantem calorem naturalem et aeris temperamentum in quo gaudent indiuidua specierum et facientem germinare quedam semina et similia». Después vendrá Libra, signo cálido y húmedo, pero también denso y nocivo. En el equinoccio de otoño, se produce la caída de la hoja, la naturaleza mengua y comienza el proceso de muerte y destrucción que culminará con el solsticio de invierno: «facens ipsium commixtum et nocibilem indiuiduis speciebus et seminibus et herbis et frondibus arborum ipsarumque fructibus et faciens eum vaporosum vaporibus densis et nocibilibus et similia». Acuario, cálido y húmedo, supone, como ocurriría antes con Sagitario y Capricornio, la culminación del proceso de muerte en la Naturaleza: «distemperatam et nocibilem et impedientem faciens ipsum perimentem et destruentem indiuidua specierum: et ut multum illa nocumenta que individua et semina et alia vegetabilia recipiunt ab aere».

En último lugar, nos encontramos con la triplicidad del elemento agua. Cáncer, signo de agua, frío y húmedo, es el más fértil de los tres: su naturaleza nutricia (ya que su regente natural es la Luna, dadora de vida) provoca el crecimiento de los animales y vegetales: («per quam fit motus nature ad dandum dulcedinem et nutriuntur quibus nutriuntur et viuunt animalia et nutriuntur cuncta vegetabilia et similia»). Escorpio, cuyo regente es Marte, el dios de la guerra, es el signo frío y húmedo asociado más claramente a la muerte, la putrefacción y la destrucción: «per quam fir motus nature potius ad corruptionem quam ad nutrimentum seu conservationem propter corruptionem et salsuginitatem». En último término, el frío y húmedo Piscis también tiende a la corrupción y a la destrucción de animales y semillas: «et destruendum animalia et semina et quasi cuncta vegetabilia propter corruptionem et amaricationem et feditatem quas infert actus piscis in aquam».

El tercer capítulo nos da las claves respecto al orden de sucesión de los cuatro elementos. En «Quare elementa sint ita disposita et ordinata», Bonatti bebe de las fuentes platónico-aristotélicas: «ignis superius in concauitate globi lune contigue atque immediate: deinde aer: deinde aqua: deinde terra».

En el cuarto capítulo, «Ad ostendendum que elementa sunt tamen quatuor nec plura nec pauciora», Bonatti repite toda una serie de argumentos relacionados con las cualidades de los cuatro elementos. En el quinto, «Quare signa fuerunt ita ordenata siue disposita», el astrólogo proclama la superioridad del elemento fuego, cuyo calor vivifica y expande la vida: «Preterea posita sunt signa ignea in principio cum caliditas vincit in igne per quam fit viuificatio quam est res nobilissima».

A pesar de su brevedad, el sexto capítulo es interesante, ya que da las razones de por qué Aries es considerado el primer signo del zodíaco. Comienza el autor recordando la superioridad de la forma esférica, argumento que procede de los Diálogos de Platón y de Acerca del cielo de Aristóteles, para justificar la circularidad de la rueda zodiacal:

«Cum celum sit corpus spericum et omne spericum careat principio et quod caret principio caret fine: et quod caret principio et fine caret medio centro excluso in re corpulenta». El círculo zodiacal se cruza con el círculo del Ecuador en el principio de Aries: de ahí la importancia de este signo. Además, el signo del carnero es el primero de los seis signos septentrionales, más poderosos que los meridionales. La tercera razón que aduce Bonatti es que cuando el Sol entra en Aries, momento de inicio de la primavera, los días son más largos que las noches, y este aumento de la Luz, que siempre es algo noble y positivo, provoca el crecimiento de la Naturaleza, que estalla en exuberancia y lozanía:

«Quia circulus signorum intersecat circulum equatoris diei in principio arietis (….) Et aries est primum signum partis septentrionalis et (….) est nobilior ac fortior (….) Cum sol entrat arietem incipit tunc diez augmentari super noctem: unde cum augmentatio sit res nobilis (….) Augmentatio sint res nobiles et amice nature: et defectus et diminutio sunt res ignobiles (….) Et mouetur natura tunc ad generationem et augmentum rerum: et crescunt herbe: et frondescunt arbores et florent ut producunt fructus: et germinant multa semina».

En el capítulo séptimo, «Quare signa fuerunt nominata illis nominibus», nuestro astrólogo explica el porqué de la denominación de los signos zodiacales y cierra así la primera parte del segundo tratado:

«Cause sunt plures: quarum una est quia in illis locis que dicuntur signa sunt stelle ita disposite et ita ordinate que si traheretur linea ab una ad alteram resultaret inde talis figura sicut est signum ab ea denominatum. Et dicitur que ptholomeus fuit versus meridiem tantum que fuit sub equatore: et stetit ibi tantum que vidit omnia hec».

A partir de aquí, Guido Bonatti da una definición de todos y cada uno de los signos del arqueómetro. Cuando el Sol entra en Aries, «augmentatur calor: ex eo que sol incipit elongari a linea equinoctiali et appropinquat ad zenith regionum septentrionalium»; de Tauro afirma Guido que es un animal más fuerte que Aries, «et fit declinatio solit ab equatore maior quam cum erat in ariete»; el signo de Géminis trae consigo una etapa fértil, que duplica las semillas y la vegetación, de ahí que su símbolo sea el de los gemelos, «et est ultimum elongationis eius ab equatore»; hasta llegar al signo de Piscis, que trae lluvias abundantes y nieves: «Deinde intrat sol pisces et fuit denominatum illud signum a pisce quod est animalia aquaticum: quia tunc abundant pluuie plus quia in aliis temporibus anni nisi forte per acadens aliquando: et si fuerint tunc niues vel priune vel glacies: citius conuertuntur in aquam quam in aliis temporibus yemalibus».

La segunda parte del tratado segundo consta de 28 capítulos. En el primer capítulo, Bonatti enumera los signos del zodíaco en estricto orden tradicional, desde Aries hasta Piscis, y plantea la definición de grado, minuto y segundo (cada signo se halla compuesto de 30º grados): las unidades más pequeñas que el segundo son el tercio y el cuarto. En el segundo capítulo, el astrólogo italiano distingue entre signos septentrionales (de Aries a Virgo) y meridionales (de Libra a Piscis), mientras que en el tercero señala la diferencia entre signos de ascensión directa (Cáncer a Sagitario) y ascensión tortuosa (Capricornio a Géminis).

El cuarto capítulo lleva como título «De ordine circulorum septem planetarum atque ipsorum septem planetarum dispositione et ipsorum cursibus et in quibus temporibus de perficiantur cursus», y en él, Guido Bonato plasma en el papel los tiempos de cada uno de los siete planetas clásicos: Saturno, el primero y superior, tarda 30 años en recorrer el zodíaco, Júpiter 12, Marte 2, el Sol un año, Venus un año, Mercurio un año, y la Luna, el más veloz, inferior y cercano a la Tierra, 17 días. En el capítulo quinto, «Quas potestates habent planete in signis», el estudioso distingue entre dignidad natural y accidental. A la natural pertenecen la casa (domicilio), la exaltación, término, triplicidad y facie. En la categoría de dignidad accidental: el gozo, la domificación y la recepción.

«De domibus planetarum» es un capítulo fundamental si el estudiante de astrología en cuestión aspira a dominar la teoría astrológica, ya que se trata el sistema de regencias de los planetas sobre los signos. Leo es la casa del Sol, Cáncer es la sede de la Luna, Géminis y Virgo son las dos casas de Mercurio, Tauro y Libra son el domicilio de Venus, Aries y Escorpio el domicilio de Marte, Piscis y Sagitario las sedes de Júpiter, y fnalmente, Acuario y Capricornio las casas de Saturno. Asimismo, el erudito explica por qué el Sol y la Luna son regentes de un único signo (Cáncer-Luna, Leo-Sol) en contraste con el resto de planetas, que gobiernan siempre sobre dos signos del zodíaco: las dos luminarias son más fuertes, mayores, más veloces y afortunadas, según sostiene Bonatti, el cual aparece respaldado por la autoridad de Albumasar («Albumasar dicat que sol et luna sunt fortiores et maiores fortune ceteris fortunis»). Por otra parte, Bonatti razona el porqué de la asociación entre el signo de Leo y el Sol, y entre el signo de Cáncer y la Luna. El Sol es un planeta masculino y diurno que implica calor y sequedad por su propia naturaleza: Leo es signo masculino, de fuego, cálido y seco. Sus naturalezas encajan a la perfección: «et nullum aliud signum est ita propinquum nature solis sicut leo». En el caso de Cáncer y su regente, la Luna, Bonatti recuerda cómo la naturaleza femenina del signo móvil casa con la frigidez, humedad, movilidad y feminidad del astro de la noche. «Et ille due domus sunt lucidiores et splendiores et naturis luminarium magis concordantes quam aliquis de aliis domibus (….) Et sicut sol et luna sunt corpora lucidiora et splendidiora et luminosiora (….) et sunt fortune augmentantes», concluye Guido. El estudioso razonará, signo a signo, y planeta y planeta, las regencias que unen a los siete planetas tradicionales con los doce signos del zodíaco.

En el capítulo séptimo, «De detrimentis planetarum», el astrólogo señala las posiciones de debilidad, denominadas ‘detrimento’ de los diferentes planetas: Marte em Libra, Venus en Aries, Venus en Escorpio, Marte en Tauro, Mercurio en Sagitario, Júpiter en Géminis, Luna en Capricornio, Saturno en Cáncer, Sol en Acuario, Saturno en Leo, Mercurio en Piscis, Júpiter en Virgo. Concluye el epígrafe con la definición de «concordantia in almantica» y «concordantia in itinere», y con la reseña de los gozos de los diferentes planetas en signos, según Doroteo: Saturno en Acuario, Júpiter en Sagitario, Marte en Escorpio, Venus en Tauro, Mercurio en Virgo.

Las exaltaciones de los planetas las reserva Bonatti para el capítulo octavo: Sol en 19º de Aries, Luna en 3º Tauro, Saturno en 21º Libra, Júpiter en 15º de Cáncer, Marte en 28º Capricornio, Venus en 27º Piscis, Mercurio en 15º Virgo, Cabeza de Dragón en 3º Géminis y Cola de Dragón en 3º Sagitario.

En el capítulo noveno, «Quare aries est exaltatio solis et libra eius descensio et quare alia signa signa sunt exaltationes planetarum», Bonatti explica, entre otras cosas, el porqué de la exaltación del Sol en Aries en el grado 19: es en este punto donde el Sol, planeta cálido y seco, llega al auge de su calor. Asimismo, el erudito también traduce el porqué del exilio de Saturno en Aries: el Sol halla su exaltación en el signo del Carnero, y no hay nada más opuesto a la naturaleza del Sol que la naturaleza de Saturno, planeta frío y seco. Una a una, el astrólogo de Forlí va desgranando los pormenores y explicaciones de diferentes posiciones de debilidad o dignidad de los planetas. En el caso de Venus en Piscis, Bonatti recuerda cómo la naturaleza del signo de Piscis, su humedad, concuerda perfectamente con el temperamento de Venus, que se regocija en su humedad fértil: «Et posuerunt piscem exaltationem veneris: quare natura piscis est humiditas concordans cum natura veneris et tunc incipit vigere humiditas temporis et in eo confortatur humiditas veneris».

El capítulo décimo «De casu seu descensione planetarum» es una explicación de las posiciones de declinación (de debilidad máxima) de los astros según la doctrina de Albumasar y Alcabicius: Sol en 19º de Libra, Luna en Escorpio, Saturno en Aries, Júpiter en Capricornio, Marte en Cáncer, Venus en Virgo, Mercurio en Piscis, Cabeza de Dragón en Sagitario, Cola de Dragón en Géminis.

En el capítulo undécimo, «De quatuor triplicitatibus septem planetarum», Bonatti enuncia las cuatro triplicidades, cuyos signos concuerdan en naturaleza y complexión:

1) Primera triplicidad: Fuego (Aries, Leo y Sagitario).
2) Segunda triplicidad: Tierra (Tauro, Virgo y Capricornio).
3) Tercera triplicidad: Aire (Géminis, Libra y Acuario).
4) Cuarta triplicidad: Agua (Cáncer, Escorpio y Piscis).

El tema crucial de los aspectos planetarios será abordado por el astrólogo en el capítulo decimotercero, «De aspectibus planetarum», apoyándose en las autoridades de Messahala y Alcabicius:

A) Sextil o la sexta parte del cielo (exagona radiatio): 60º.
B) Cuadratura o la cuarta parte del cielo (tetragona radiatio): 90º.
C) Trígono o la tercera parte del cielo (trigona radiatio): 120º.
D) Oposición o la mitad del cielo, que por ciertas autoridades no está considerado un aspecto: 180º.

El capítulo decimocuarto tratará los términos de los planetas: secciones o divisiones de 5 a 8 grados, regidos por los siete planetas tradicionales, que pueden quedar fortalecidos. En el caso de Aries, por ejemplo, los seis primeros grados del signo pertenecen a Júpiter, los ocho siguientes a Venus, siete a Mercurio, cinco a Marte y cuatro a Saturno. El primer planeta es el Regente o Señor de la exaltación, el segundo el Señor de la triplicidad, el tercero el Señor de la casa; la última posición siempre corresponde a un maléfico (Marte o Saturno).

Los capítulos decimoquinto y decimosexto son menos trascendentes en cuanto a la teoría astrológica se refiere. El decimoséptimo, sin embargo, trata o aborda las facies de los signos. A diferencia de los términos, que son secciones desiguales, las facies son divisiones de 10 grados exactos: cada signo (30º) cuenta, pues, con tres facies. En el caso de Géminis, por ejemplo, los diez primeros grados son feudo del benéfico Júpiter, los diez siguientes pertenecen a Marte, y los diez últimos al Sol. En el capítulo decimoctavo, da las claves para encontrar el grado del signo, y la faz en la que reposa un planeta.

En el capítulo decimonoveno, «De fortitudinibus cuiuslibet planete in qualibet sua dignitate», Bonatti reseña los puntos de fortaleza de los regentes o señores según la autoridad de Alchabicius: al Señor de la casa se le adjudican cinco grados de fuerza, al Señor de la exaltación cuatro, al Señor de la triplicidad tres, al Señor del término dos, y al Señor de la faz un solo grado de fuerza. Aunque existe una ligera variante en el orden designado de fortaleza, según se acuda a Messahala o a Alezdegoz: «Unde messala preposuit dominum termini domino triplicitatio: et alezdegoz preposuit dominum triplicitatis domino termini».

Asimismo, nuestro astrólogo propone diferentes clasificaciones de los signos basándose en Alchabicius: nos habla de los signos racionales (Géminis, Virgo, Libra, Acuario y la primera mitad de Sagitario), los signos de «bellas voces» (Géminis, Virgo, Piscis), los signos cuadrúpedos (Aries, Tauro, Leo, Capricornio, última parte de Sagitario), los signos domésticos (Aries, Tauro y Capricornio) y los signos prolíficos (Cáncer, Escorpio y Piscis).

El capítulo vigésimo primero muestra al estudiante de astrología las correspondencias entre las diferentes partes del cuerpo y los signos del zodíaco. Asimismo, el autor expone qué partes del mismo están regidas por tal o cual signo. El capítulo va acompañado por doce gráficos referentes a los 12 signos de la rueda zodiacal. Aries, por ejemplo, se corresponde con la cabeza y la cara; Tauro con el cuello; Géminis con los brazos y manos; Cáncer con el pecho, diafragma y pulmones; Leo con el estómago, la parte inferior del pecho y la espina dorsal; Virgo con el vientre, el ombligo y los intestinos; Libra con los riñones, las ancas, la parte inferior del vientre y la parte superior del muslo; Escorpio con los órganos sexuales, los muslos y la vejiga; Sagitario con las ancas y muslos; Capricornio con las rodillas; Acuario con las piernas; Piscis con los pies.

En cuanto a las regiones gobernadas, Aries rige las tierras de Babilonia, Persia, Palestina y Adrabigen; Tauro las tierras de Alzemiet, Almechiu y Aricorad; Géminis las regiones de Armenia Mayor, Egipto, Iurgen y Atrabigen; Cáncer, Huracén, Acín, Baurath y Atrabigen; Leo, Achuthu hasta los confines del mundo habitable; Virgo, Algeranica, Asten, Feriz y las regiones que se hallan junto al Éufrates, así como también Hispania; Libra comprende Apulia, Roma y las tierras de los romanos, Aspica, Azait, Etiopía, Maharobean e India; Capricornio rige las tierras occidentales de Etiopía, Ysmón y la India inferior; Acuario la parte occidental de Egipto y la de Acuich; Piscis tiene gobierno sobre Marchia, Venecia, Egipto y Alejandría.

En el capítulo vigésimo segundo, el autor muestra las equivalencias entre cada uno de los planetas en los 12 signos del zodíaco con las partes del cuerpo que rigen, en tanto que en el capítulo vigésimo tercero, Bonatti muestra los grados femeninos y masculinos de cada signo del arqueómetro, según la doctrina de Albumasar y Alchabicius.

La tabla referente a los grados lucidia, tenebrosis, fumosis y vacuis se halla en el capítulo vigésimo cuarto y se refiere a grados en los cuales los planetas cobran fuerza y dignidad (los lúcidos) o sufren debilidad (los tenebrosos o vacuos, por ejemplo). La mayor debilidad la sufren los grados fumosis o los vacuis o vacíos. La exposición de los grados puteales, grados de debilidad, Bonatti la reserva al capítulo vigésimo quinto. A continuación, hallamos la tabla de los grados azemena, débiles de forma irremediable: en Cáncer, por ejemplo, se trataría de los grados 9, 10, 11, 12, 13, 14 y 15. En último lugar, el astrólogo nos muestra la tabla de los grados afortunados o «grados que aumentan la fortuna»: en el caso de Aries se trataría del grado 19º, o en el caso de Géminis, del grado 11º. En el capítulo 28, el erudito nos habla de los siferentes grados que comparten longitud: 20º de Capicornio y 10º de Sagitario, 20º de Cáncer y 10º de Géminis, 20º de Aries y 10º de Piscis, y, finalmente, 20º de Libra y 10º de Virgo.

La tercera parte del segundo tratado astrológico consta de quince capítulos en los cuales Bonatti instruye al estudiante sobre las significaciones de las doce casas de la rueda zodiacal. En el capítulo primero, «De divisione circuli per domos», el autor nos recuerda la división del círculo en 4 partes iguales, delimitadas por el horizonte o Círculo del Hemisferio (horizontal) y el Mediocielo o Círculo del Meridiano (vertical). Cada una de las cuatro partes (quartas) se divide a su vez en otras tres; las divisiones se denominan cúspides. La primera casa es la del signo del Ascendente y lleva el sello de Aries. Bonatti introduce una interesante matización de Ptolomeo: aquel planeta que se halle cercano a una cúspide de una casa x por cinco grados o menos se considerará perteneciente a dicha casa («Et dixit ptholomeus que 5 gradus qui transiuerunt lineam aliquam diuidentem aliquam domorum ab alia computant et dicuntur esse de domo que datur illi linee»).

Después de la primera casa viene la segunda, después la tercera, la cuarta, la quinta, la sexta, la séptima, la octava, la novena, la décima, la undécima, y por último, la duodécima casa de la rueda del zodíaco.

En el capítulo segundo, Guido Bonatti se refiere a la esencia y características de cada una de las cuatro quartas:

1) La primera abarca el espacio comprendido entre el Ascendente y el Mediocielo: es decir, las casas duodécima, undécima y décima. Se la denomina cuarta oriental, masculina, sanguínea, vernal y pueril, y abarca desde el principio de la vida del nativo hasta el fin de la adolescencia (21 años).

2) La segunda comprende el espacio que dista entre el Mediocielo y la línea occidental: es decir, las casas novena, octava y séptima. Se la denomina cuarta meridional, y es estival, colérica, juvenil, y simboliza la etapa que va de los 22 años hasta los 41.

3) La tercera abarca el espacio que va desde la Casa 7ª a la 4ª: es decir, que comprende las casas sexta, quinta y cuarta. Se la denomina cuarta otoñal, y es de naturaleza melancólica y senil, y representa la etapa comprendida entre los 41 y los 60 años.

4) La cuarta comprende el espacio que existe entre la línea del Bajocielo y el Ascendente: es decir, las casas tercera, segunda y primera. Se la denomina cuarta septentrional, y es femenina, flemática, vernal, defectiva; también se la llama decrépita, ya que simboliza la etapa comprendida entre los 60 y los 90 años, es el final de la vida. A través de su análisis, el astrólogo puede predecir lo que acontecerá al entorno del nativo post-mortem: los detalles de su herencia (en sentido amplio), si su sepelio será honorable o miserable, si su familia y amigos se dolerán de su muerte, etc…

En el capítulo tercero, el erudito nos muestra la denominación especial de las partes en las cuales se divide el cielo, la rueda:

A) La parte que va del Mediocielo al Ascendente y de allí a la cúspide de 4ª se denomina medietas ascendens.
B) La parte que comprende la línea del Bajocielo al Descendente y de éste al Mediocielo se denomina medietas descendens.

Asimismo, la zona del cielo que se halla sobre la Tierra se denomina diestra: es más noble y más fuerte; la parte que se halla bajo tierra es siniestra: más débil e inferior en nobleza. El círculo del horizonte divide el cielo en otras dos mitades:

A) Del Ascendente a la Casa VIIª, bajo tierra: dextra ascendentis.
B) Del Ascendente a la Casa VIIª, sobre la tierra: sinistra ascendentis.

El capítulo cuarto instruye al estudiante sobre cuáles son las casas angulares, sucedentes y cadentes. Los ángulos, lugares de mayor poder y fuerza, se corresponden con las casas I, X, VII y IV en orden de fortaleza. Las casas sucedentes son la XI, V, II y VIII (por su carácter afortunado despunta la XI, casa de las esperanzas). En cuanto a las casas cadentes (IX, III, VI, y XII), la más afortunada es la IX, casa de religión y dignidades clericales.

En el capítulo quinto, Bonatti nos enseña las significaciones de las doce casas. La casa primera es el Ascendente (Ascendens), la parte oriental, y simboliza la vida y el cuerpo del nativo, según Adila, Zahel y Alcabicius. La casa segunda (secunda domus) es la casa de la sustancia, como dijo Alcabicius, y de las adquisiciones, es decir, de la riqueza. La casa tercera (tercia domo) representa a los hermanos y hermanas, las amistades cercanas, los legados que cambian de manos, «et significat vite ante mortem» . Según Alezdegoz, el primer señor de la triplicidad representa a los hermanos menores; el segundo a los hermanos medianos; el tercero a los hermanos mayores.

La cuarta casa, según la doctrina de Alcabicius, simboliza a los padres, las casas, las tierras y hombre antiguos. En astrología horaria, es la casa que representa el final de los asuntos por los cuales el querente interroga al astrólogo. La casa quinta significa placeres, legados, donaciones, y aquello que dirán acerca del hombre después de su muerte. También el gozo y la vestimenta. Según Vuellius, tiene que ver con las cartas, libros y novelas. La sexta casa representa las enfermedades y los siervos del querente. En cuanto a la séptima, simboliza la pareja del nativo: «Dixit Argaphalon septima domus est domus mulierum: et significat nuptias et contentiones». En tanto que la octava tiene que ver con la muerte, los temores y la usura (administración de bienes ajenos en general, o que implican a otros), la novena simboliza la fe, la religión y los viajes largos, en opinión de Tiberíades. También se refiere al conocimiento en general: «Et dixit alchabicius que significat sapientiam philosophiam: scriptura: libros: epistolas: legatos: narrationem futurorum: somnia: et significat dimidium vite».

La décima es casa regia y significa imperios, dignidades, oficios y artes (profesión). La undécima es casa afortunada y representa las esperanzas del hombre. La casa duodécima es la casa de los enemigos ocultos, casa de tristezas, lamentaciones y malos pensamientos: «Et dixit zahel que significat calliditates malas cogitationes. Et dixit alchabicius que significat labores et mala ingenia: et significat finem vite».

En el capítulo séptimo, el astrólogo y filósofo destaca la importancia del tipo de movimientos de los planetas: son más fuertes cuando se mueven de oriente a occidente, es decir, cuando no son retrógrados. El capítulo octavo revelas las fortalezas y debilidades de las casas: las casas angulares son las más nobles y fuertes; le siguen las sucedentes; en último lugar, las cadentes, las más débiles.

El capítulo noveno aborda el movimiento de los siete planetas. Diferencia entre movimiento directo y movimiento retrógrado (de Saturno, Júpiter, Marte, Venus y Mercurio, ya que las luminarias no retrogradan nunca). El movimiento directo de los planetas se produce de Aries a Tauro, de Tauro a Géminis… y finalmente, de Acuario a Piscis. La Cabeza y la Cola de Dragón siguen el movimiento contrario (de Aries a Piscis), y es en esos puntos, según dijo Caucaph, donde se producen los eclipses de las luminarias.

En el capítulo décimo, Bonatti nos da las correspondencias entre las casas zodiacales y los colores: «Nam prima domus et septima significant albedinem. Secunda et duodecima significant viriditatem. Tercia et undecima significant croceitatem. Quarta et decima significant rubedinem. Quinta et nona significant colorem mellitum. Sexta et octaua significant nigredinem».

Los gozos de los planetas, o posiciones de fortaleza y fortuna, son expuestos en el capítulo undécimo, según la doctrina de Albumasar y Alcabicius: Mercurio en casa primera, Luna en tercera, Venus en quinta, Marte en sexta, Sol en novena, Júpiter en undécima y Saturno en casa duodécima. En los siguientes capítulos, Bonatti aborda las significaciones de los planetas en casas angulares, sucedentes y cadentes. A continuación, nos muestra las significaciones de los regentes de los ángulos en las diferentes casas. Y en «De potestantibus accidentalibus», Bonatti nos recuerda las fortalezas de los planetas masculinos y femeninos, según la doctrina de Alcabicius:

«Ayz vocat cum planeta diurnus fuerit in die supra terram et in nocte sub terra et non eturnus in nocte supra terram et in die sub terra. Et planeta masculinus cum fuerit in signo masculino et femininus in signo feminino [….]. Quoniam diurna gaudent diurnitate: nocturna nocturnitate: masculina masculinitate: feminina femineitate. Unde cum planeta fuerit sigificator alicuis rei et fuerit in sua similitudine malius et perfectius».

El tratado tercero de la obra de Guido Bonatti, «De naturis septem planetarum: et quid habeat significare de esse cuiuslibet rei seu esse suum et seu naturas suas et quid imprimant in inferiora seu diuersitatem qualitatum suorum motuum» se divide en trece capítulos. Es, quizás, el más ilustrativo de los diez tratados del astrólogo de Forlí, ya que en ellos el lector podrá encontrar todas las significaciones inherentes a cada uno de los siete planetas tradicionales, desde Saturno hasta la Luna, siguiendo el orden canónico. Cada planeta va acompañado de su representación alegórica: en el caso de Saturno se trata de un anciano que porta una guadaña y que conduce un carro tirado por dos serpientes (en las ruedas del mismo puede verse el símbolo de Capricornio, la Cabra, y el de Acuario, el Aguador).

Comienza el primer capítulo, «De Saturno quid significet», con la enunciación de las cualidades de dicho planeta, que es de naturaleza masculina, diurna, fría y seca:

«Dixit Alchabicius: Saturnus est planeta masculinus diurnus: et operatur frigiditatem et siccitatem distemperatam: et est significator patrum et auorum et omnium ascendentium qui significantur per quartam domum sed hoc potius est per accidens quam per naturam: ipse enim naturaliter habet significare personam seu corpus nati».

Representa el inicio de la senectud (60 años), y según la opinión general, se asocia al frío excesivo y a la sequedad inmoderada. Su temperamente es el melancólico (com alguna mezcla del flématico, que es su contrario), y se asocia, curiosamente, al mal olor corporal. Según Albuam, un Saturno en buenas condiciones (en dignidad) significa profundidad en la ciencia, así como buen y meditado consejo. Se asocia a las cosas antiguas, laboriosas, graves y preciosas. En cuanto a las significaciones negativas, es decir, cuando el planeta es infortunado y malo, se vincula con las cosas viles y los lugares fétidos, con los muros subterráneos. Y si fuera malo Saturno, dice Bonatti, hará al nativo indiscreto, desconfiado, e instigador del mal. Se relaciona, asimismo, con la enfermedad de la epilepsia, con las peregrinaciones largas y laboriosas, «et significat grauitatem corporis et tarditatem et laborem et mentis afflictionem et malas cogitationes». Según Messahala, Saturno representa o simboliza la religión de los judíos, y en opinión de Albubetri, rige el oído, el bazo y el estómago. Su color es el negro, su sabor el estílico y aceitoso, su día el sábado, su noche aquélla que precede al miércoles, su orbe 9 grados, sus años mayores 57, y sus menores 30. Doroteo da incluso una descripción del hombre de Saturno: «Et dixit dorothius que significat hominem valde pilosum corpore iunctus superciliis». Bonatus nos habla, asimismo, de su movimiento: la esfera de Saturno posee o dispone de un movimiento extrínseco, y es movida por la «prima causa»: «Et dicitur habere motorem extrinsecum: et ut quibusdam visum est mouetur a prima causa. Planete vero habent moueri ab occidente in orientem in contrariam partem motus primi siue motus octaue spere».

El capítulo segundo, «De iove quid significet», comienza con la exposición de la representación alegórica de Júpiter: un hombre de mediana edad, ataviado con un gorro y sentado en un trono tirado por un par de águilas. A sus pies, un niño o un muchacho parece ofrecerle algo en un cuenco. En las ruedas del carro pueden observarse los símbolos de Sagitario (centauro) y Piscis (dos peces en direcciones opuestas).

Alcabicius define a Júpiter como fortuna, masculino, diurno, significador natural de la substancia. Su naturaleza es cálida, húmeda, templada, aérea y sanguínea. Gobierna la juventud, aquella etapa de la vida comprendida entre los 14 y los 21 años, y su magisterio son las leyes, los juicios justos y honestos. Significa substancia abundante, alegría, gozo, religión, ciencia verdadera, y representa al hombre bueno, pulcro y honesto. También indica inclinación al amor físico y cualidades de gracia y hermosura. En cuanto a las enfermedades, rige aquella relacionadas con el exceso de sangre.

Afirma Bonatti que Júpiter es un planeta de sabio intelecto y buen uso. Cuando se halla bien dispuesto (oriental y en ángulo) hace al nativo benévolo, justo, honorable, sano, inclinado a buscar la amistad y de buen entendimiento. Según Ptolomeo, cuando Júpiter es infortunado, hace al hombre un ignorante incapaz de hacer el bien, «versado en operaciones diabólicas», hipócrita, morador de los lugares de oración, un solitario que frecuenta los lugares cavernosos y espeluznantes, carente de amigos, que reniega de tener hijos y evita la conversación con sus semejantes.

A continuación, nuestro astrólogo de Forlí se dedica a explicar las significaciones de los aspectos entre Júpiter y el resto de planetas. Destaca el aspecto entre Júpiter y Mercurio. Cuando se juntan, significan la ciencia Aritmética, la ciencia de la escritura, la Filosofía y la Astronomía, que conforman el Quadrivium.

En opinión de Camcaph y Güellius, Júpiter rige el estómago, la oreja izquierda, los brazos y el vientre (desde el ombligo hasta la parte superior del pecho), y los intestinos. Su color, el verde ceniza, su sabor, el dulce, su orbe, nueve grados, su día el jueves, la noche aquella que precede al lunes, sus años mayores 79, los menores 12. Halla su fortaleza en el Occidente. Tanto Messahala como Doroteo dan la descripción física del hombre de Júpiter: este último afirma que será de ojos grandes, pupila ancha y barba crespa. Gobierna las siguientes regiones: Alchirat, Babilonia, Azomi, Persia, Almadem, Alandes. Termina con otra descripción física:

«Et dixit sacerdos iupiter bonum et honestum constituit hominem cui barba dat habere rotundam: pulcros oculos, duos dentes anteriores ceteris maiores atque aliquando aliquantioper diuersos: in facie huius hominis color aureus admixtus albo: libenter utitur pulcris indumentis: capillos habens quanquem longos ipsosquem pulcros: in esse religiosorum: terram in eundo prospicit»

En el capítulo tercero, se describen las características del planeta Marte, que según la doctrina de Alcabicius, es planeta masculino, nocturno, malo (el maléfico menor), de calor y sequedad inmoderada, de naturaleza ígnea y colérica, y sabor amargo. Es el significador natural de los hermanos y de las peregrinaciones, El tercero en el orden natural de los planetas, y aquél que rige el flujo sanguíneo. Rige la etapa comprendida entre los 12 y los 45 años de edad. Sus magisterios: aquellos que tienen que ver con el hierro y el fuego, como son los oficios de alfarero, carnicero, barbero, y aquellos que manipulan hornos, etc… A continuación, Bonafors nos muestra las significaciones de Marte en aspecto con los diferentes planetas: si se junta con Venus, por ejemplo, representa todas aquellas obras relacionadas con los ornamentos, adornos y joyas de las mujeres; en aspecto con la Luna, significa objetos tales como balanzas, crateras de plata y vasos. Según Alchaiat y Albubéter, el planeta Marte gobierna sobre la siguientes partes del cuerpo: riñones, venas, esperma, espalda y sobre la bilis. Su color es el rojo, su sabor el amargo, su orbe ocho grados, su día el martes, su noche aquella que precede al sábado, sus años mayores 214, y sus años menores quince. La representación alegórica de Marte: un soldado que porta espada en un carro tirado por caballos, en cuyas ruedas se ven los símbolos de Aries y Escorpio.

El capítulo cuarto, «De sole quid significet», está dedicado a la significaciones inherentes al astro-rey, al Sol. Según Alcabicius: «Sol est planeta masculinus diurnus fortuna per aspectum: per coniunctionem vero corporalem malus operatur calorem et siccitatem per naturam suam». Es el significador natural del padre, cuya casa es la IV (sigue a Ptolomeo en esto), y es el cuarto planeta desde la órbita de Saturno. Asegura Bonatti que opera, mediante su calor natural, insuflando el espíritu en el cuerpo (la Luna rige el ánima y el Sol el espíritu, tradicionalmente). Simboliza la luz, el esplendor, la belleza, el intelecto y la fe. Es el sigificador natural de los reyes, los hombres de estado y las personas con cargos o dignidades. Dice Bonatti que a la derecha tiene a los planetas superiores, y a la izquierda a los inferiores, Su movimiento es bastante uniforme (de 1º diario aproximadamente), no sufre retrogradación: «Preterea motus eius est quasi uniformis… nec retrogradat». Observamos su representación alegórica en el folio 49 recto: una figura majestuosa, un rey que porta una vara, montado en un carro arrastrado por tres caballos. De su regia cabeza salen despedidos rayos de luz solar (el símbolo de Leo, el león, aparece en la rueda visible del carro).

Asimismo, el Sol gobierna la etapa de la vida comprendida entre los 45 y los 60 años de edad. Rige el oro, entre el resto de metales, y significa honestidad, gloria y mente prolija, representa la cultura. En opinión de Alcabicius significa la substancia de todas las especies, y significa también el imperio de la voz y la fortaleza de la rapidez. En este epígrafe, Guido Bonatus vierte una información astrológica, que, en su momento, levantó ronchas entre sus coetáneos, y que, en mi opinión, fue malinterpretada, o sobreinterpretada. Me refiero al párrafo en el cual Bonatti reflexiona sobre el poder del Sol y el poder de la Luna, y compara el marco de actuación de ambas luminarias. El astrólogo explica cómo la Luna eclipsa, en ocasiones, al Sol, pero también cómo éste tiene ciertas prerrogativas sobre la Luna, ya que la luminaria de la noche toma prestada la luz de la luminaria del día. Afirma que el Sol, el astro más regular y poderoso, significa o representa al «rey de los romanos». No creo que Bonatti quisiera polemizar o alimentar un conflicto político de ningún tipo, simplemente se limitó a enunciar las significaciones de los planetas de manera objetiva, ya que el Sol, de manera natural, simboliza a los monarcas, a los reyes.

Acto seguido, Bonato enuncia los significados de los aspectos del Sol con el resto de planetas. Cuando el Sol y Mercurio hacen aspecto, por ejemplo, «significat consultores regum et incultores librorum et magnorum operum hereditatum».

«De venere quid significet» es el título del capítulo quinto, y está destinado, evidentemente, a las significaciones del planeta Venus, de naturaleza femenina y nocturna:

«Dixerunt albumasar atque alcabicius venus est fortuna: et est planeta femeninus nocturnus: et habet significare mulieres et uxores. Et si fuerit natiuitas diurna ut ait alchabicius significat matres et ut ait sacerdos significat sorores minores. Et est significatrix filiorum naturaliter: quoniam filii significant per quintam domum et venus est quintus planeta a saturno».

Este pasaje es muy interesante, ya que explica el porqué del gozo de Venus en la Casa V. Acerca de Venus dice Bonatti que es planeta de delectación y gozo, y anuncia la concordia entre los cónyuges cuando aspecta con un trígono la Casa VII (de la pareja). El benéfico menor posee una naturaleza fría y húmeda, y simboliza o gobierna la edad de la adolescencia (de los 14 a los 22 años). Venus es significadora natural de las artes, según Bonatti de la música en particular, aunque también queda enunciada su faceta más terrenal, más carnal: «Et erit fornicator et ex toto filius fornicationis».

Cuando se ayunta a cada uno de los planetas, sus significaciones se matizan, y adquieren determinadas tonalidades. En el caso de la conjunción con el Sol, por ejemplo, da cantores y expertos en la viola o en la cítara: «Significat que sciet natus sonos seu cantus qui fiunt cum lignis quibus utuntur homines coram regibus et magnatibus sicut rotte viole cythare sampuce leuta et similia». Cuando es Mercurio el planeta al cual aspecta, sim embargo: «significat sonos quibus fiunt melodie et componunt versus sicut sunt lire et similia». Según Güellius y Camcaph, Venus rige las ancas, la espina dorsal y el esperma. Albuaz extiende su dominio al ombligo, el vientre, la matriz y los riñones (esta última es la parte que toma la astrología moderna, por cierto). Su color es el blanco, su sabor el graso o untuoso, su día el viernes, su noche aquella que precede al martes, su orbe siete grados, sus años mayores 82, y sus menores ocho. En último lugar, Guido nos muestra cómo son las facciones físicas típicamente venusinas: «Et dixit adila venus pulcros facit capillos: et pulcra supercilia. Homo autem venerens dulcia et mollia effundit verba: per omnia dulciflua habet eloquia: oscula iungit amica».