La importancia crucial del discurso náutico y astrológico en las Soledades

Hendrick Goltzius, Ikarus, aus der Kupferstichfolge Die Himmelsstürmer, 1588

δ

De Don Luis de Góngora y Argote

by Jolie Menéndez

University of Calgary
Department of French, Italian and Spanish Calgary, Alberta

Reseña

El siguiente proyecto analiza los discursos cruciales de la navegación y la astrología que aparecen a través de las Soledades. Un marco histórico y científico se ha utilizado para llevar a cabo un análisis literario del poema. En el primer capítulo, se presenta un resumen de la navegación española durante los siglos XV-XVII, cuando España dominaba el mundo. El segundo capítulo comenta sobre la importancia de la navegación y la astrología que eran ciencias principales durante la expansión española. El análisis literario aparece en los últimos dos capítulos e incluye la aplicación de la información discutida en los capítulos anteriores para examinar el discurso náutico y astrológico en el texto. En conclusión, se establece que el autor escogió la navegación y la astrología, dos campos cruciales de la sociedad, para ambos criticar el gobierno español de la época y enriquecer la imaginería poderosa de su poema.

»Zodíaco después fue cristalino
A glorioso pino,
Émulo vago del ardiente coche
Del Sol, este elemento,
Que cuatro veces había sido ciento
Dosel al día y tálamo a la noche,
Cuando halló de fugitiva plata
La bisagra, aunque estrecha, abrazadora
De un Océano y otro siempre uno,
O las columnas bese o la escarlata,
Tapete de la Aurora».

τ

Capítulo 3

Informaciones históricas sobre la importancia de la astrología y la astronomía de los siglos XVI-XVII

3.1 La astrología

Durante los siglos XVI y XVII, la astrología y la astronomía eran dos disciplinas críticas en la sociedad española. Antes del siglo XVIII, se agrupaban estas dos ciencias bajo la misma categoría («astrología»), pero todavía existía una distinción entre las dos. La astrología es una disciplina en que se estudia la posición del cosmos y la integración entre las estrellas y los planetas. Los astrólogos usan las posiciones de cuerpos celestiales para correlacionar eventos celestiales con eventos terrenales y asuntos humanos. También, se usa la astrología para predecir eventos futuros y determinar aspectos psicológicos de los seres humanos. Los astrólogos creen que el individuo, la Tierra y el medio ambiente funcionan como un solo organismo donde todas las partes están correlacionadas. Además, los ciclos de cambios en los cielos reflejan los de la Tierra y los de dentro del cuerpo del individuo, bajo el dicho filosófico, «Tal arriba, así abajo». La astrología utiliza cálculos matemáticos astronómicos para determinar la posición de cuerpos celestiales, pero los principios de esta pseudo-ciencia son menos científicos que los de la astronomía. Mientras la meta de los astrólogos es determinar las relaciones entre los cielos y la Tierra, los astrónomos enfocan más en la física del universo. La astronomía es una ciencia natural que estudia los objetos celestiales como el Sol, las lunas, las estrellas, los planetas, los cometas, las galaxias y otros fenómenos que ocurren fuera de la atmosfera de la Tierra. En esta disciplina, los astrónomos sólo se interesan en la química y la evolución de estos objetos celestiales, y no en su relación con la Tierra ni con los seres humanos. Sin embargo, durante los siglos XVI y XVII los dos campos estaban muy unidos y de crucial importancia para la sociedad de la época, y Góngora los empleaba como un elemento central de las Soledades.

En la España del siglo XVII había una alta cantidad de literatura que enfocaba en la astrología. Existían muchas categorías diferentes de esta literatura, como obras sobre los cometas, los eclipses, los calendarios, el tiempo, las pronosticaciones anuales, la luna, la medicina astrológica, la fisionomía, las defensas de la astrología y la literatura anti-astrológica. En su clasificación de la literatura astrológica española, Lanuza-Navarro explica que había 1.200 obras publicadas en España en el siglo XVII y casi 400 de ellas trataban la astrología: 117 sobre los cometas, 75 los calendarios lunares, más de 32 predicciones anuales, 51 pronosticaciones generales, 24 tratados de astrología, 37 obras anti-astrológicas, 12 obras que defendían la astrología, 15 obras sobre las conjunciones, 11 sobre los eclipses, 10 repertorios del tiempo y del calendario, 8 obras de la medicina astrológica y 6 de la fisionomía astrológica. Entre los tratados, la mayoría enfocaban en los fundamentos de la astrología o unas de sus partes, como la medicina o la meteorología. Según Lazuna-Navarro, no había tratados de las pronosticaciones políticas porque las autoridades eclesiásticas no los aprobaban. Sin embargo, existían obras que predecían otros eventos y que eran aceptadas por la Iglesia: «Las predicciones astrológicas relacionadas a la meteorología o la agricultura, la navegación y la medicina se consideraban la astrología natural, que se autorizaba por la Iglesia católica y erareconocida como válida en los círculos académicos». Debido a la importancia de la religión católica durante esta época, la Iglesia todavía tenía un papel en determinar la literatura aceptada en la sociedad. Muchos de estos tratados tenían partes diferentes, incluso comentarios y desarrollos teoréticos y predicciones basadas en la información científica. Por ejemplo, en la obra, Liber de cometis (1610), el autor y profesor de astrología en la Universidad de Salamanca, Antonio Núñez de Zamora, escribe del proceso de ubicar el cometa del año 1604, y también ahí incluye una discusión sobre los fundamentos de la astrología y una reflexión en las predicciones según cometas e informaciones de la conjunción de los planetas en el año 1603. En otro libro, Sitio, naturaleza y propiedades de la Ciudad de México (1618), el médico Diego Cisneros explica los desarrollos teoréticos de la meteorología así causados por las configuraciones astrales y la teoría de la medicina astrológica. Otro tratado de Juan de Figueroa, Opúsculo de astrología en medicina (1660), trataba «la importancia de la astrología para el conocimiento del curso de la enfermedad, cómo se debe tratar la gente enferma según las posiciones de las estrellas y los cielos y, sobre todo, las instrucciones de sangrar y purgar». Dichos tratados estaban llenos de informaciones complicadas así que muy científicas, y por eso los autores los publicaban para un lector de la élite que probablemente ya tenía una comprensión de la astrología. Sin embargo, no todas las obras astrológicas de la época se dirigían a este tipo de lector predilecto.

Otra categoría de obras astrológicas eran folletos, más pequeños que los libros ya mencionados, que iban dirigidos a una audiencia más general. Los folletos normalmente incluían informaciones sobre fenómenos concretos, eventos particulares o cuestiones específicas y, además, pronosticaciones sobre esos temas. Entre los folletos existía un tipo de publicación que incluía predicciones para el año, que se llamaba un «lunario». En la astrología, había maneras diferentes de hacer pronosticaciones para cada año. Lanuza-Navarro lo explica:

Una consistía en hacer las figuras celestiales que corresponderían al principio de cada estación cuando el Sol entraba en la parte zodiacal del cielo que corresponde a Aries y Libra (los equinoccios de primavera y otoño), y cuando entraba en Cáncer y Capricornio, esto es, los solsticios. Estos puntos se llamaban las “témporas”. Aparte de esas figuras celestiales, los astrólogos hacían pronosticaciones principalmente sobre el tiempo y los momentos mejores del año para la administración de drogas, y para sangrar y purgar a los pacientes.

Además, otra teoría que se usaba para hacer predicciones anuales enfocaba en el «Soberano del Año», el planeta de los siete que ocupaba el lugar en el cielo que le daba el poder más alto de influir la Tierra. Con el uso de este sistema, los astrólogos normalmente hacían el «juicio general del año», además de predicciones sobre el tiempo, la agricultura y la salud. Al nivel más específico, los astrólogos usaban las fases de la luna para predecir el tiempo de cada día del año. Las predicciones del tiempo tenían un papel importante en la navegación, la agricultura y también la guerra. Sin duda, el tiempo tenía un impacto significativo en los viajes de los marineros, en el éxito de la cosecha de los agricultores y en las condiciones para los guerreros en las batallas. Por eso, este tipo de publicación era popular con el público más general y no necesariamente con la población erudita de la época.

La mayoría de las obras astrológicas trataban los cometas, y casi todas tenían la misma estructura, una que reflejaba la de una de los primeros tratados sobre el sujeto, ése publicado en el siglo XIII y escrito por un autor anónimo. Esta estructura incluía, «primero, la naturaleza de cometas, su generación y tipos; segundo, su significado según el color, la ubicación, la posición con respecto a los planetas, el tamaño, etc.; tercero, las consecuencias de estas apariciones desde una perspectiva general; y finalmente, ejemplos de observaciones previas de cometas y sus efectos». Durante la época, los cometas tenían un papel importante en la sociedad, porque representaban símbolos divinos de la voluntad de Dios y prefiguraban eventos contra la naturaleza. Además, según algunos astrólogos, los cometas coincidían con tipos de fenómenos diferentes y efectos, como epidemias, períodos de escasez, terremotos y la muerte de monarcas. Para otros científicos, los cometas significaban la tragedia y la mala fortuna, las enfermedades, la guerra, la infertilidad, las inundaciones y las muertes de príncipes. También, afectaban los vientos, la agricultura, la navegación y la meteorología. A veces un astrólogo escribía predicciones para un público específico. Por ejemplo, Diego Álvarez hizo un documento para el rey de Francia, en el que describe el cometa de 1608. En el documento, Álvarez le dio un consejo específico al rey de quedarse en su palacio y no hablar con una mujer rubia. También, el mismo autor hizo predicciones políticas sobre la mala fortuna de España e Inglaterra, sobre revueltas y la muerte de un rey. Es obvio por el número alto de publicaciones sobre los cometas que la gente española creía en el poder de los fenómenos astrales y su conexión con los eventos terrestres. Newman y Grafton lo explican:

Los astrólogos del Renacimiento, por ejemplo, crearon manuscritos lujosos y hechos a la medida de nacimientos para los gobernantes de Europa del Renacimiento: no sólo para sus esposos e hijos, sino, por supuesto, para sus enemigos. Tabularon los nacimientos y destinos de hombres, mujeres y monstruos en colecciones de partos, primero en forma de manuscrito y más tarde a la venta. A pedido, investigaban lo que predecirían los planetas a un momento particular sobre casamientos, travesías e inversiones específicas o sobre la salud física y mental de sus clientes. A menudo, acosaban las calles y plazas de la ciudad, vendiendo a domicilio almanaques: folletos, normalmente de ocho o dieciséis páginas, en que explicaron por qué conjunciones planetarias o eclipses presagiaban desastres.

La astrología formaba parte de la vida diaria de la época. Además de las pronosticaciones sobre los cometas, los astrólogos también publicaron predicciones sobre los eclipses del sol y la luna y las conjunciones de los planetas: es decir, cuando dos planetas se acercan en sus órbitas, y el resultado es que la masa de energía de los dos queda amplificada. Durante la época, se consideraba el sol la estrella más importante del cielo y la de dignidad suprema y real. Después del sol, la siguiente estrella más importante era la luna. Para algunos, como el médico Pedro Barrada de Oliveros y Vela, los eclipses podían afectar las cosechas, las frutas y las victorias militares de los ejércitos españoles.  Otros astrólogos usaban los eclipses para hacer predicciones políticas sobre las guerras, las regiones devastadas, las derrotas militares, los exilios y las muertes de reyes y gente eclesiástica. También, unos científicos hacían predicciones religiosas según las conjunciones. Por ejemplo, el doctor Francisco Navarro predijo la victoria del catolicismo contra la religión islámica. Al final de estas publicaciones, los autores también incluyeron las ciudades, los países, las regiones o las personas específicas que sufrirían las consecuencias de los eventos astrales. Sin duda, el alto número de publicaciones astrológicas refleja la importancia de esta pseudo-ciencia en España durante dichos siglos. Es más, la astrología aparecía en otros textos científicos también, incluso en obras sobre la cosmografía, la navegación, la teoría astronómica, los instrumentos científicos, la filosofía natural, la cronología, las descripciones y predicciones de fenómenos astrológicos, aún en libros de secretos y obras enciclopédicas. Es obvio por la cantidad de literatura que existía que la astrología tenía un papel importantísimo en la vida diaria de la sociedad española.

Hay muchos principios de la astrología que se usaban para hacer predicciones del futuro y para explicar características de eventos y personas. El filósofo y matemático helénico, Pitágoras (570-495 a.c.) mantenía una hipótesis astrológica que se llama la «Armonía de las Esferas», en que propuso que el Sol, la Luna y los planetas emiten sus propios y únicos  zumbidos, todo basado en su revolución orbital. Según esta hipótesis, la calidad de la vida en la  Tierra refleja los sonidos celestiales de estos cuerpos astrales. Ernst lo explica: «La única  presuposición en que se colocaba la astrología era la realidad de la influencia que los cuerpos celestiales ejercitaban en el mundo sub-lunario. Estas influencias, obvias en el caso del Sol y de la Luna, que eran los gobernantes supremos de la vida del universo, innegablemente también pertenecían por extensión a los planetas y las estrellas, que tenían la misma naturaleza básica». En este sentido, cada aspecto de la vida depende de la posición y del zumbido de los planetas. El zodíaco o el eclíptico es la agrupación de constelaciones en que el Sol, la Luna y los planetas se mueven a través del cielo. De estas constelaciones, vinieron los doce signos del zodíaco, que representan doce tipos de personalidad en los humanos: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis. Se incluían también los cuatro elementos: el fuego, el agua, el aire y la tierra. Es más, existe una conexión entre los planetas y los signos zodiacales en que cada planeta gobierna unos signos: el Sol- Leo, la Luna- Cáncer, Mercurio- Géminis y Virgo, Venus- Libra y Tauro, Marte- Aries, Júpiter Sagitario, Saturno- Capricornio, Urano- Acuario, Neptuno- Piscis y Plutón- Escorpio. Aparte de su posición, según los astrólogos cada planeta tiene características que influyen directamente las características personales del ser humano y también afectan la vida, los eventos mundiales y la Tierra. Girólamo Cardano, el astrólogo, filósofo y matemático italiano, embarcó en una «gran travesía» en 1552 y obtuvo conocimiento íntimo de la vida en las cortes y círculos sociales importantes para añadir a los horóscopos antes explicados por Ptolomeo y sus ejemplos: «tenían la intención de encarnar y confirmar los principios teoréticos en su texto [el de Ptolomeo]». Erst lo explica:

Cardano escogió esta serie de doce horóscopos para desvelar las conexiones entre las estrellas y eventos espectaculares que ocurrieron en las vidas de individuos notables. Hicieron posible proveer aplicaciones y verificaciones concretas de los principios de Ptolomeo, explicando no sólo casos de virtud extraordinario y los picos de éxito y poder, sino también dolencias dolorosas, inversiones de fortuna, peligros y la amenaza de muerte violenta.

Debido a que Cardano basara estos horóscopos en las vidas de gobernantes y personas muy conocidas, mucha gente creía en sus palabras y seguían las características planetarias en su vida diaria respectiva.

El Sol, el cuerpo gobernante del cielo, da a la persona las características de la sabiduría y la generosidad, además del atletismo. En la vida, el Sol representa la buena fortuna y, físicamente, el oro en la tierra. Como el cuerpo más importante del cielo, es responsable por la luz y el calor, además de las características de la autoridad, el poder, el orgullo y el liderazgo. La Luna, el segundo cuerpo más importante del cielo, representa el viaje y la persona deambulatorio, junto con la posibilidad de la locura en la vida y la plata en la tierra. También, la Luna produce el ciclo de la marea. Es más, la Luna está asociada con la madre, el hogar, la necesidad de seguridad y el pasado. Mercurio es el planeta de dinero, comercio y acción. Este planeta representa la variabilidad, el entusiasmo, un temperamento mercurial y la rapidez en una persona, el cambio rápido en la vida y el mercurio en la tierra. Venus, el planeta de la pasión, produce una persona bella y lujuriosa. Ella provoca los eventos afortunados en el mundo, la buena fortuna en la vida y el cobre en la tierra. Marte es el planeta de la guerra y la gente con fuerza, y es el signo de un temperamento marcial. En la vida, este planeta causa conflicto y mala fortuna, además del hierro en la tierra. La prosperidad y la buena fortuna vienen de Júpiter, que también es el planeta de la caza. Una persona gobernada por este planeta es feliz, y Júpiter es responsable por la hojalata. Saturno es el planeta de los eventos desastrosos, los accidentes, la dolencia, la mala fortuna y la traición en la vida. Una persona gobernada por Saturno generalmente tiene las características de melancolía y apatía, y este planeta es responsable por el elemento de plomo. Urano representa la innovación y la tecnología en el mundo, además del cambio repentino y perturbador en la vida. La confusión y la sensibilidad en la vida vienen de Neptuno, que también representa el mar y las aguas. Finalmente, Plutón es responsable por la trasformación, la muerte y el destino en la vida. Según estas características planetarias y sus efectos en la Tierra, los astrólogos podían hacer predicciones mundiales que dependían de la posición de los planetas en la trayectoria zodiacal.

Aparece en el cielo también una constelación por cada planeta en el zodíaco. Existe un vínculo fuerte entre el zodíaco y la mitología griega, porque cada signo zodiacal tiene una historia conectada con un mito, para así explicar cómo cada constelación apareció en el cielo. Todo signo zodiacal corresponde con los doce grupos de estrellas que aparecen en el cielo por la noche a períodos diferentes durante el año. Aries marca el principio de la primavera y el inicio de un ciclo de vida nueva. Esta constelación reviste la forma del carnero porque está asociada con el mito del Carnero de Oro cuando Zeus colocó la lana del carnero en el cielo, con el fin de formar allí la constelación. Tauro está vinculado con el mito de Teseo y el minotauro, en que Teseo mató al minotauro para salvar la ciudad de Atenas del rey Minos. En el mito de los gemelos Cástor y Pólux, el dios del mar Poseidón nombró a los hermanos salvadores de los marineros naufragados, dándoles el poder de mandar vientos favorables a voluntad. Cuando se murieron los gemelos, Zeus colocó a los dos en el cielo como la constelación Géminis para que pudieran estar juntos para siempre. A los marineros, la vista de esta constelación en el cielo les era un presagio de buena fortuna. Cáncer, la constelación en la forma de cangrejo, apareció en el cielo en la mano de Hera cuando su cangrejo fue muerto por su enemigo, Hércules. Zeus colocó a Leo, el león del cielo, entre las estrellas después que Hércules mató al famoso león de Nemea. La constelación Virgo está asociada con el mito de la diosa Démeter y su hija Perséfone, que explica los cambios de las estaciones. Libra, la constelación en forma de balanzas de oro, está en la mitad del zodíaco, y cuando el sol pasa por esta constelación la duración del día y de la noche es igual. Las balanzas son el símbolo de la diosa de justicia, Dicea. Escorpio, el escorpión, representa el animal que mató a Orión bajo las instrucciones de la diosa Gea. La constelación de Orión también aparece en el cielo porque su amante, Artemisa, lo colocó allí después de su muerte. El centauro de Sagitario es una representación del centauro semi-divino Quirón, hijo de Poseidón, que fue instalado en el cielo por Zeus después de sufrir una herida de una flecha venenosa. La constelación del Capricornio representa a la ninfa cabra Amaltea que cuidaba de Zeus cuando era bebé. El copero personal de Zeus, Ganímedes, es la constelación de Acuario, y, finalmente, la constelación de Piscis es una representación de los peces que ayudaron a Afrodita y su hijo Eros cuando estaban huyendo del monstruo Tifón. Es más, Martín Cortés, el famoso cosmógrafo español, empleó la mitología para explicar los orígenes de la navegación y del equipo náutico. Él escribe:

Creo que el viaje tan largo que las naos de Salomón hacían yendo a Tharso y Ofir era esta la causa, y así en un viaje gastaban tres años aunque no era corto el camino que hacían rodeando la India y rodeando muchas provincias. Dije a S.M. que la navegación poco a poco venido a mejorarse. Cipho halló primero que otro el gobernalle. El mástil, y entenas, Dédalo. De las velas fue inventor Ícaro. Los tirrenos dieron el uso del áncora de un diento. Epalamino la perfeccionó añadiéndole otro.

El vínculo fuerte entre la astrología y la mitología clásica lo demuestra la prevalencia y la importancia de la astrología en varios aspectos de la vida durante la época. Aunque la astrología era muy prevalente durante la época, había gente que dudaba de su legitimidad porque no era una «ciencia matemática». Sin embargo, Cardano defendió la astrología y Ernst añade:

La astrología, admitió Cardano, no era una forma de conocimiento “absolutamente preciso”, dotada con certeza y rigurosidad absoluta. Pero no significaba que la astrología era “una superstición, una forma de profecía, magia, vanidad, un oráculo o presagio.” Era un arte natural y conjetural que se disponía a formular juicios probables sobre eventos futuros. No había una razón de rechazar la legitimidad de hacerlo, especialmente cuando se concedía a médicos, marineros, agricultores y mineros.

A pesar de cuestiones de legitimidad, la gente española de la época todavía utilizaba la astrología para hacer decisiones relacionadas a actividades diarias, y también a los eventos más controversiales como la expulsión de los moriscos.

3.2 La astrología y la expulsión de los moriscos

El 22 de septiembre de 1609, el rey Felipe III resolvió que «se tiene que tomar todos los moriscos del reino y expulsarlos a Barbario». La Iglesia católica quería expulsar a los «católicos nuevos» y purificar la religión. Magnier lo explica así: «En el edicto, el rey explicó que va a expulsar a los moriscos porque todos los intentos de convertir sus mentes y corazones a la creencia auténtica de cristianismo han fracasado, pero también porque temaba que estaban en liga con sus enemigos, los turcos, ambos los del imperio otomano y los en el Magreb». Durante este período, los apologistas católicos eran defensores de la fe católica y estaban a favor de la expulsión de este grupo de gente. Sus argumentos derivaron de varios factores, incluso la polémica medieval anti-islámica y la astrología. Como explica Magnier, «Debido a que los apologistas católicos creían que ninguno de los moriscos eran cristianos auténticos, ellos consideraban la expulsión de los moriscos como el evento final en la “Reconquista” cristiana de España». Para fortalecer sus ideas y argumentos, ellos miraban al cielo y a la astrología para defenderse.

Los apologistas creían que esta «Reconquista» era el destino de España y era escrito entre las estrellas. «Consideran que la elección divina de España para esta tarea [la conquista de Islam en España] se reveló por la Gran Conjunción de 1603, que confirmó el labor español para la España Sagitaria. El horóscopo del nacimiento de Felipe III también confirmó este privilegio divino». En su libro dedicado a los hijos de Felipe III, el apologista Marcos de Guadalajara y Javier señala que profecías basadas en las estrellas del cielo prometen «la conquista y el triunfo sobre Jerusalén». Sobre el punto de vista de los apologistas, Magnier sigue explicando:

…todos los apologistas católicos tienen una opinión providencial de la historia: consideran la expulsión de los moriscos como parte del plan divino. Todos se enfatizan la conexión entre la Gran Conjunción de 1603 y la expulsión de los moriscos. Su fuente común parece ser el libro escrito por el doctor Francisco Navarro. Este «astrónomo cristiano» usa ambos argumentos astrológicos y las predicciones de astrónomos árabes precoces, Abū Ma’Shar (d.886) y ‘Abd al-‘Azīz ibn Uthmān al Al-Quabīsī (Alcabitius) (c.916-967) en particular. Vinculan la conjunción, también, con el horóscopo del nacimiento de Felipe III (126).

Aunque la Iglesia católica pensaba que unas predicciones astrológicas eran falsas, Pedro Ciruelo publicó un libro de astrología que aseguraba que era compatible con las creencias católicas, y la mayoría aceptaba predicciones basadas en la llamada gran conjunción de Júpiter y Saturno. Es más, se observaban los eclipses solares y los cometas muy animadamente y se los consideraban presagios de desastre. Magnier señala: «La astrología judicial ha alcanzada su cumbre de popularidad durante los finales de siglo 15 y el siglo 16 entero. Sin embargo, en el siglo 17, los horóscopos personales todavía eran de gran demanda», y muchas realezas consultaban con astrólogos para obtener informaciones sobres sus futuros.

La Gran Conjunción de 1603 tenía un papel crucial en la expulsión de los moriscos. Debido a que estas conjunciones de Saturno y Júpiter sólo ocurrieron cada ocho o novecientos años, los astrólogos las veían como símbolos incontestables del universo. En su obra, Magnier incluye una cita del dicho Navarro:

«Las consecuencias de estas gran conjunciones cambiarán la complejidad universal del mundo, sus imperios, las religiones, los gobiernos y los costumbres […]. Para esta razón, cada vez que estos dos planetas se han unidos, cambiando de una triplicidad a otra, han señalado y causado cambios muy notables en las cosas ya mencionadas, y esta conjunción es la más fuerte y más poderosa de todas que existían porque está debajo del signo de Sagitario, que es el signo más fuerte de la triplicidad ígnea, porque está cerca de la estrella real cor Scorpij (el corazón de Escorpio), que es seis grados de Sagitario».

Navarro también argumenta que esta conjunción específica confirmó la supremacía de la España Sagitariana. Bajo estas predicciones basadas en la Gran Conjunción, los apologistas católicos defendían sus acciones contra los moriscos y creían que «se escogió a Felipe III para defender el honor de Dios y los Sagitarianos (los españoles) formarían su ejército, un cuerpo especialmente valiente y élite». Los apologistas católicos y el rey Felipe III utilizaban las predicciones astrológicas para defender la expulsión de los moriscos y cumplir la profecía que bajo la Gran Conjunción, España disfrutaría una gran prosperidad. Es claro que la astrología no sólo formaba parte de la vida diaria de los ciudadanos españoles, sino también ayudaba a gobernar el imperio.

Capítulo 5

Las palabras y frases en las Soledades que se relacionan directamente con el discurso de la astrología

5.1 El Sol

A través de las Soledades, Góngora emplea un lenguaje bello, artístico, para describir ambos el paisaje de la obra y también las acciones de los personajes. En su estilo literario típico el poeta casi nunca escribe en una manera explícita, y la mayoría de sus mensajes están escondidos bajo una multitud de metáforas y palabras revestidas de un doble sentido. Ya se sabe que durante los siglos XV-XVII la astrología tenía un papel significativo en el mundo europeo, incluso en la literatura europea. Góngora deliberadamente empleó el discurso astrológico mientras escribía las Soledades, y las referencias a la astrología, la astronomía y la mitología aparecen a lo largo del poema.

El sol, el cuerpo principal del cielo, tal vez sea el símbolo más importante del poema, y aún forma parte del título de la obra, las Soledades. Este título puede ser una representación del personaje principal, porque el náufrago empieza su peregrinaje completamente solo y aislado. Osuna Cabezas lo explica así:

De suerte que, no con impropiedad, llamó el poeta Soledades esta obra, pues pudo mirar al náufrago mozo, que, ausente de su amada, lloraba, entre desdichas del naufragio, la grande soledad en que se vía: solo, triste, lloroso y maltratado del mar, errando en despoblados, entre pastores y rústicos, donde la habitación era en una choza o alquería y tal vez la barca de un pescador. Y así, de la amada que le faltaba, cuya ausencia lamentaba, o del lugar donde sucedió (lo que refiere, con propiedad y cultura y no sin ejemplos de antiguos), las intituló Soledades

Sin embargo, durante su travesía, que dura cuatro días, el peregrino experimenta eventos bellos y conoce a gente nueva cada día cuando sale el sol. En este sentido, con cada aurora el joven se cura ambos física y emocionalmente. Además del título, la palabra «sol», aparece treinta veces en el poema. Debido a que esta obra sólo contiene unos dos mil versos, el alto número de referencias al sol es muy significativo. Del principio de la primera estrofa, el lector ya ve cómo una palabra puede tener tantos significados diferentes. Góngora utiliza la palabra «sol» por primera vez en el cuarto y quinto versos de la Soledad primera: «media luna las armas de su frente,/y el Sol todos los rayos de su pelo». El uso de mayúsculas aquí añade a la importancia de la palabra porque normalmente se escribe objetos inanimados con minúsculas y es evidente que Góngora reconocía que el Sol era el cuerpo gobernador del cielo. En este verso, el Sol forma parte de la imaginaría porque el poeta lo emplea con el fin de describir el cuerpo de Júpiter cuando estaba en la forma de toro en la mitología. Además, Beverley explica cómo el uso del sol indica en qué momento del día empieza el poema: «La presencia simultánea del sol y luna en el zarifo celestial indica que el poema comienza en el atardecer». Por eso, se sabe que el náufrago llega a la playa mientras sube el sol.

La próxima vez que aparece la palabra «sol» viene en los versos 34-41: «Desnudo el joven, cuanto ya el vestido/Océano ha bebido,/restituir le hace a las arenas;/y al Sol lo extiende luego,/que lamiéndolo apenas/su dulce lengua de templado fuego,/lento lo embiste, y con süave estilo/la menor onda chupa al menor hilo». Otra vez más Góngora emplea el Sol para crear una imaginería rica, y lo personifica en su descripción de la ropa mojada del joven que se seca en la arena. El sol se hace cargo del deber de secar al náufrago del agua oceánico y es posible que esta acción sea un tipo de bautismo para el joven, porque cuando llega a la playa está empapado, solo y desterrado de su hogar. Cuando sale el sol por la mañana, su ropa se seca y el peregrino empieza su aventura con la gente del campo. Por eso, el sol aquí tiene la característica de un cuerpo vivificante. De nuevo, Góngora recalca la importancia de este cuerpo celestial porque en vez de decir simplemente que la ropa se seca al sol, el poeta lo describe como un padre cariñoso que cuidadosamente extrae el agua del mar violento de su ropa. Sigue la personificación del Sol en los vv. 176-181: «Durmió, y recuerda al fin, cuando las aves,/esquilas dulces de sonora pluma,/señas dieron süaves/Del Alba al Sol, que el pabellón de espuma/dejó, y en su carroza/rayó el verde obelisco de la choza». Aquí el segundo día empieza cuando el Sol, el rey del cielo, “se levanta” de su lecho. En los vv. 194-196, el sol aparece para así añadir a la belleza de la imaginería de la campiña: «Si mucho poco mapa les despliega,/mucho es más lo que, nieblas desatando,/confunde el Sol y la distancia niega». Bajo los rayos del sol, el peregrino vislumbra el campo por primera vez y puede apreciar la belleza del marco rústico.

En los vv. 247-250, Góngora maneja el Sol para describir a una joven que se prepara para la boda: «Del verde margen otra las mejores/rosas traslada y lilios al cabello,/o por lo matizado o por lo bello,/si Aurora no con rayos, Sol con flores». Aquí el poeta utiliza las características de figuras mitológicas, para luego intercambiarlas, porque normalmente se asocian las flores con la Aurora y los rayos con el Sol. Góngora enfatiza la belleza de la joven por combinar los atributos de los dos. La próxima apariencia del Sol viene en los vv. 291-296, que se leen así: «Cuál dellos las pendientes sumas graves/de negras baja, de crestadas aves,/cuyo lascivo esposo vigilante/doméstico es del Sol nuncio canoro,/y de coral barbado, no de oro/ciñe, sino de púrpura, turbante». Es una referencia a un gallo, el esposo de las gallinas, que sirve como mensajero porque canta cada mañana para anunciar la llegada del Sol. Los vv. 321-328 describen la miel que trae un montañés a la boda, con referencia al rocío de la mañana para describirlo: «Lo que lloró la Aurora,/si es néctar lo que llora,/y antes que el Sol enjuga/la abeja que madruga/a libar flores y a chupar cristales,/en celdas de oro líquido, en panales/la orza contenía/que un montañés traía». Se puede ver claramente el estilo gongorino aquí porque gasta muchas palabras elocuentes para decir que un invitado llega con miel, y el lector necesita leer los versos varias veces para entender claramente lo que quiere comunicar el poeta.

En los vv. 453-457, Góngora utiliza el Sol para referirse a las Indias: «Tantos luego Astronómicos presagios/frustrados, tanta Náutica doctrina,/debajo de la Zona aun más vecina/al Sol, calmas vencidas y naufragios,/los reinos de la Aurora al fin besaste…». La «Zona más vecina al Sol» es la Zona Tórrida, que también se llama el Trópico. La Tierra está dividida en tres zonas diferentes según el movimiento del sol: la Zona Tórrida, la Templada y la Frígida. En la Zona Tórrida, el sol está directamente por encima de las cabezas por lo menos una vez durante un año. Aquí, el sol se mueve del ecuador hasta llegar al Trópico de Cáncer en el hemisferio norte durante el solsticio de verano, y en el hemisferio sur el sol se mueve del ecuador hasta llegar al Trópico de Capricornio durante el solsticio de invierno. Los países de América del Sur están ubicados en la Zona Tórrida y, por eso, Góngora emplea esta zona para referirse a las Indias en vez de escribir explícitamente que está hablando de Sudamérica. De nuevo Góngora emplea una referencia geográfica en los vv. 466-480 para eludir a las Indias:

Zodíaco después fue cristalino
a glorïoso pino,
émulo vago del ardiente coche
del Sol, este elemento,
que cuatro veces había sido ciento
dosel al día y tálamo a la noche,
cuando halló de fugitiva plata
la bisagra, aunque estrecha, abrazadora
de un Océano y otro siempre uno,
o las columnas bese o la escarlata,
tapete de la Aurora.
Esta pues nave, ahora,
en el húmido templo de Neptuno
varada pende a la inmortal memoria
con nombre de Victoria.

Góngora aquí compara el camino del Sol con el viaje que hizo Magallanes cuando navegó a las Américas. Beverley lo explica:

El período describe la circunnavegación del mundo hecha por Magallanes en cuatrocientos días en la nave Victoria: <Del modo mismo que el Zodíaco (que es un círculo, que obliquo divide la Equinoccial en partes iguales…) sirve para la carrera del Sol, así el Océano, que es un círculo que rodea la tierra, sirvió a la Nao Victoria para correr el mundo> (Pellicer). La bisagra: el estrecho al sur del continente americano entre el Atlántico y Pacífico descubierto por Magallanes y que después llevó su nombre.

En este pasaje, Góngora hace una conexión entre el sol y el mar, al comparar la ruta de los dos, uno en el cielo y el otro a nivel mundial, y usa esta conexión para referirse al viaje al Nuevo Mundo por el portugués Fernando Magallanes. Sin embargo, es fascinante que el poeta eligiera hacer esta conexión, porque se sabe que no estaba de acuerdo con los viajes al Nuevo Mundo. Sin embargo, es obvio que tenía respeto por el cielo y la astrología, lo cual es evidente por su alto número de referencias a ellos en el poema. Es posible que Góngora compare el viaje de Magallanes con el camino del sol para así decir que el navegante era tan avaro que se atrevía emular los movimientos del Sol. Schmidt lo explica así: «La Victoria de Magallanes y los otros barcos emulan con perversidad el poder creativo del fénix, que resulta en una violación de tierras nuevas en vez de una adopción». Además, Góngora hace un comentario sobre la poesía en estos versos. El dios que conduce el «ardiente coche del Sol», Apolo, también es el dios de la poesía. Góngora, un poeta que deseaba romper con las normas poéticas y lingüísticas de su época, emuló los movimientos del Sol cuando escribió las Soledades, uno de sus obras más ambiciosas. A la vez, la frase «émulo vago del ardiente coche del Sol» no sólo alude a Apolo sino también refiere al intento desastroso de conducir dicho coche por Faetón, quien encontró la muerte como resultado de su arrogancia. Con la elección cuidadosa de palabras en estos versos Góngora logra referir a la poesía y la mitología con los dioses Apolo y Faetón, la astrología con la trayectoria del Sol, además de la historia con la referencia a Magallanes, todo para prevenir contra la arrogancia humana y lo hace en una manera vaga para que el lector necesite diseccionar cada palabra en cada verso para entender bien todos los mensajes que existen allí.

El próximo uso de la palabra «Sol» viene en los vv. 623-629: «Mezcladas hacen todas/teatro dulce, no de escena muda,/el apacible sitio: espacio breve/en que, a pesar del Sol, cuajada nieve,/y nieve de colores mil vestida,/la sombra vió florida/en la hierba menuda». Mediante el uso de las palabras «Sol» y «nieve», aquí Góngora describe a unas jóvenes que asisten a la boda. Intensifica la imagen de su piel muy blanca porque aunque el sol está muy fuerte, las chicas permanecen muy pálidas. El Sol aparece otra vez en la próxima estrofa, en el v. 633, cuando el día empieza a terminar y el sol se pone: «lo que al Sol para el lóbrego Occidente». Es crucial notar que la palabra «lóbrego» puede significar «oscuro», como la noche, o también algo más triste como «melancólico». Se sabe que el poeta siempre escoge sus palabras muy deliberadamente y, por eso, es posible que hubiera elegido estas palabras para referirse a ambos la puesta del sol y también la tristeza que resultaba de los viajes al Nuevo Mundo, porque el Sol tiene que salir de este ambiente bello y regresar a las Indias donde hay pesadumbre.

Góngora escribe una descripción bella de las festividades de la boda en los vv. 663-668, donde otra vez personifica el Sol: «Tanto garzón robusto,/tanta ofrecen los álamos zagala,/que abrevïara el Sol en una estrella,/por ver la menos bella,/cuantos saluda rayos el Bengala,/del Ganges cisne adusto». Debido a que llega la noche, el Sol no puede mirar la fiesta, pero este cuerpo poderoso y grandísimo se reduciría a una estrella para quedarse y participar. Beverley comenta así el fenómeno: «…para ver la belleza de las zagalas y garzones, el sol <quisiera volverse estrella, abreviando en tan corto esplendor todos cuantos rayos descoge al amanecer y saluda el Bengala Cisne Etiope>. Es decir, al mismo tiempo que la noche cae sobre la fiesta, el sol se levanta en el Oriente…». Por medio de esta descripción el poeta refuerza la idea de que la vida en el campo es la más ideal porque aún el Sol quiere quedarse allí y no levantarse en Occidente. Góngora sigue describiendo la fiesta con el uso del Sol en los vv. 680-683 para detallar el fin del día: «Los fuegos (cuyas lenguas ciento a ciento/desmintieron la noche algunas horas,/cuyas luces, del Sol competidoras,/fingieron día en la tiniebla oscura)». Es decir, los fuegos que iluminan la noche pueden competir con el Sol porque su luz alumbra con máxima brillantez. Es intrigante que aunque ha llegado la noche, Góngora sigue refiriéndose al Sol, incluso en formas de imitación como el fuego. Es posible que lo hubiera hecho porque el sol es el cuerpo celestial que da luz y también vida y, por eso, el poeta quiere recalcar la idea de que aquí en la isla aislada el peregrino puede encontrar una vida nueva donde revitalizarse aún por la noche. Es más, en la literatura, la noche y la oscuridad pueden simbolizar elementos negativos, como la muerte, la mala suerte y la maldad. Por eso, Góngora inserta el «sol artificial» para iluminar y rechazar la oscuridad.

La próxima personificación del Sol ocurre en el v. 705, y al día siguiente: «Recordó al Sol, no, de su espuma cana». Es decir, el Sol se levanta de su cama de nubes. La siguiente vez que menciona el Sol, Góngora lo hace en una manera muy diferente. Los vv. 732-742 se leen así:

Digna la juzga esposa
de un Héroe, si no Augusto, esclarecido,
el joven, al instante arrebatado
a la que, naufragante y desterrado,
le condenó a su olvido.
Este pues Sol que a olvido le condena,
cenizas hizo las que su memoria
negras plumas vistió, que infelizmente
sordo engendran gusano, cuyo diente,
minador antes lento de su gloria,
inmortal arador fue de su pena…

Aquí el Sol es la mujer que desdeñó al peregrino y provocó su naufragio. Es evidente que esta mujer era el centro del universo del peregrino, porque el Sol es el cuerpo más importante del cielo en la astrología. Además, la mujer tenía el poder de cambiarle la vida al náufrago, un poder que Góngora relaciona con el máximo poder solar. El sol no sólo tiene el poder de dar vida, sino que a la vez tiene el de quemar. Es más, en este fragmento también aparece una referencia a la criatura mitológica del fénix, que se reencarna de sus propias cenizas. Beverley lo señala:

Contiene este paso varios afectos propios de un amante: primeramente viendo el peregrino la novia, tan hermosa, se acordó de su dama… Luego dice que el sol de su dama (que lo olvidó)… abrasó e hizo cenizas las negras plumas de las memorias e imaginaciones melancólicas que antes tenía, y persiguiendo en la alegoría del fénix, dice que después de esta imaginación nació, como gusano, de las cenizas abrasadas de sus tristezas, un afecto triste de verse ausente de quien tanto amaba, el cual gusano y afecto, primero le fatigaba interiormente, pero luego… fue arador de su pena, porque de la manera que el arado surca por de fuera la tierra, ansí creciendo esta melancolía, exteriormente se dio a conocer.

Es otro ejemplo de cómo usa Góngora la yuxtaposición para revelar características opuestas. Otro punto relevante relativa al pasaje es la alusión a Augusto. Góngora llama al esposo de la novia un «héroe» o un «Augusto esclarecido». Augusto fue el primer emperador de Roma y bajo  su régimen, el imperio sentía un período de paz relativa, aunque todavía ocurría expansión imperial. España, anteriormente llamada Hispania, formó parte del imperio romano bajo Augusto. Es posible que para el poeta, Augusto represente un héroe porque gobernó su reino enorme en una manera relativamente tranquila y próspera, mientras durante su propia época, España era devastada y en decadencia como resultado de la guerra y expansión continúa: un insulto sutil contra la Corte española. Otro punto intrigante es que Augusto naufragó en mares españoles a causa de una tormenta durante su viaje. Aunque es dudoso que Góngora eligiera la referencia a Augusto debido a la conexión del naufragio entre el peregrino y el emperador, nadie puede decir con certeza exactamente por qué el poeta escogió cada palabra y alusión. Sin embargo, lo que sí se sabe es que la mente de Góngora era una sumamente inteligente y compleja.

El poeta emplea el sol de nuevo en una manera bizarra en el v. 784 cuando describe los ojos de la novia de la boda: «tórrida la Noruega con dos soles». Sus ojos son grandes y brillantes como el planeta solar. Alude al Sol y al fénix en los vv. 944-953, pero en una manera mucho más feliz que en la referencia anterior:

Del himno culto dio el último acento
fin mudo al baile, al tiempo que seguida
la novia sale de villanas ciento
a la verde florida palizada,
cual nueva Fénix en flamantes plumas,
matutinos del Sol rayos vestida,
de cuanta surca el aire acompañada
monarquía canora;
y vadeando nubes, las espumas
del Rey corona de los otros ríos.

La belleza de la novia es evidente en su descripción porque el poeta la compara con un fénix nuevo, cuyas plumas son tan brillantes como los rayos del sol. A diferencia de la alusión al fénix en el caso del náufrago, que es bastante triste y melancólica, esta referencia es una muy estética y colorida con el fin de representar la vida nueva de la novia con su esposo. Finalmente, la última referencia al sol en la Soledad primera se lee en los vv. 981-982: «Las dos partes rayaba del teatro/el sol…». Aquí el poeta sólo quiere describir el marco de los juegos de unos jóvenes, pero es fundamental notar que a través de la Soledad Primera entera, el sol brilla cada día sin falta. Tal vez sea otra manera por Góngora de iluminar la belleza natural de la vida rústica.

La Segunda Soledad empieza en el cuarto día, después de la boda, en la isla de un viejo pescador y su familia. Como de costumbre, es un día muy soleado y Góngora lo menciona en el v. 33: «Los escollos el sol rayaba». Se puede imaginar la belleza del sol centelleante en el agua sobre los arrecifes. Es un artificio por hermosear el mar que antes Góngora describía como peligroso. Sin embargo, justo cuando el poeta usa el sol en una manera positiva, la próxima referencia ocurre en un fragmento del poema cuando el náufrago habla de su pena. Los vv. 144-150 se leen así: «Esta pues culpa mía/el timón alternar menos seguro/y el báculo más duro/un lustro ha hecho a mi dudosa mano,/solicitando en vano/las alas sepultar de mi osadía/donde el Sol nace o donde muere el día». Beverely lo explica: «…es decir, esta culpa (de haberse atrevido demasiado alto como Ícaro) ha hecho alternar a mi dudosa mano el timón menos seguro y el báculo más duro (le ha obligado a viajar por mar y tierra) un lustro (cinco años). El peregrino muestra su deseo de buscar la muerte (las alas sepultar de mi osadía) que desarrolla en las siguientes estrofas». Góngora demuestra su habilidad de usar la misma palabra en situaciones completamente opuestas sin ningún esfuerzo extraordinario. Utiliza el sol aquí, que normalmente se asocia con la luz, la vida y la buena fortuna, en un monólogo en que el peregrino habla de su desamor, y se describe a sí mismo como Ícaro, que voló demasiado cerca del sol donde le quemaron las alas, y por ello se hundió en la mar.

El Sol continúa con su contexto estético en los vv. 239-241, cuando el náufrago conoce a las seis hijas del viejo pescador: «Ponderador saluda afectuoso/del esplendor que admira el extranjero/al Sol, en seis luceros dividido». Estas chicas son bellas y radiantes como el Sol; el peregrino se alegra en cuanto conocerlas. En los vv. 506-507, Góngora otra vez emplea el sol en el monólogo del viejo pescador: «Desembarcó triunfando,/y aun el siguiente sol no vimos». Aquí la referencia es simplemente una manera más elocuente de decir «antes del fin del día». Es preciso notar que a través de la obra, Góngora escribe la palabra «sol» ambos con mayúscula y minúscula, tal vez en una manera de diferenciar cuándo la referencia es muy significativa. Se puede ver aquí que esta alusión sólo sirve como antecedente de la fábula principal y, por eso, el poeta lo escribe en letra minúscula. La próxima referencia es la segunda vez que el poeta usa el sol para describir los ojos de una mujer: «cuando de tus dos Soles/fulminado ya, señas no ligeras/de mis cenizas dieron tus riberas». (vv. 560-562). En cuanto vio los ojos brillantes de su querida, el personaje Lícidas se enamoró de ella inmediatamente. Lícidas se refiere al Sol de nuevo cuando urge a su querida a casarse con él: «Goza pues ahora/ los lilios de tu Aurora,/que al tramontar del Sol mal solicita/abeja, aun negligente, flor marchita». (vv. 601-604). Las últimas dos referencias al Sol aparecen en los vv. 702, 723 y 887, otra vez como antecedentes: «Cuantas del Océano el sol trenzas» (los rayos del sol son como el pelo largo, v. 702), «Al Sol levantó apenas la ancha frente» (v. 723) e «infamó la verdura con su pluma/con su número el Sol» (vv. 885-886).

Sin duda alguna el sol tiene un papel muy significativo en la obra. Cada vez que utiliza la palabra, Góngora lo hace deliberadamente para expresar sus ideas y también para añadir a la imaginería rica que es típicamente suya, gongorina. Si se quitara el sol de las Soledades, el poema perdería tanto significado que se convertiría en una obra completamente diferente. Aunque hay elementos negativos a lo largo del poema con respecto a la Corte española y la conquista, es evidente por la prevalencia del sol que el elemento positivo de la vida rústica en el campo tiene precedencia sobre el menosprecio del gobierno español. Sin embargo, como veremos más tarde en la investigación, Góngora utiliza el Sol en dos maneras distintas vía el cuerpo celestial mismo y los mitos de Faetón e Ícaro. El Sol tiene el poder de dar luz y vida, pero también tiene el poder de quemar y matar. Es más, cada día del viaje del peregrino empieza con el amanecer y termina con el anochecer. En la misma manera, las Soledades también «sigue» la trayectoria del Sol. La travesía del peregrino empieza durante la noche después de sufrir de su naufragio. Cuando sale el sol el próximo día, y por los dos días que sigue, el náufrago llega al alcance de paz y tranquilidad en el campo (como la altura máxima del Sol al mediodía). Pero mientras termina el poema, el lector oye las quejas del peregrino cuando otra vez viaja en barco, y finalmente el poema termina abruptamente con una escena brutal de cetrería, la puesta del Sol otra vez.

5.2 La luna y las estrellas

The Fall of Phaeton, 1636 by Peter Paul Rubens

Además del sol, Góngora también incluye el segundo cuerpo más importante del cielo, la luna, pero con menos frecuencia. En la Soledad Primera se ve la luna por primera vez en el verso 607: «tal vez creciendo, tal menguando lunas». Durante la época las propiedades y los movimientos de la luna eran importantes para los astrólogos y también los navegantes. Sobre los movimientos de la luna Cortés Albácar señala:

Y apartándose del sol por su propio movimiento queda el Sol a la parte occidental y de aquella parte comenzamos a ver un poco de la parte alumbrada de la Luna y poco a poco más, como se va apartando del Sol. Y en este tiempo tiene sus cuernos al oriente porque el Sol está poniente; y dícese creciente o que va creciendo hasta la oposición que la vemos por la parte que la mira el Sol; y así la vemos toda alumbrada y decimos ser llena. Y pasando de la oposición vase llegando al Sol su poco a poco y así se va oscureciendo a nosotros y alumbrándose por la parte de arriba, y dícese este tiempo menguante o que va menguando la Luna.

Para tener éxito en las travesías en alta mar, los pilotos tenían que reconocer las fases de la luna. Es evidente que Góngora también estaba familiarizado con esta información. La segunda y última referencia a la luna viene en la Segunda Soledad en los vv. 407-411: «Bárbaro observador, mas diligente,/de las inciertas formas de la Luna,/a cada conjunción su pesquería,/y a cada pesquería su instrumento/más o menos nudoso atribuido». Para los pescadores, les era menester observar las fases de la luna. Aparece otra vez en este monólogo el problema de la necesidad de la dominación. Kluge lo explica así:

La relación metafórica entre el arte naval, la pesca y la dominación se elabora en [estos] versos…explicando cómo los pescadores observan los elementos celestiales así empleando la ‘tecnología’ más moderna para calcular la mejor hora para cada tipo de pesca… Como el pescador anciano mismo, el arte meteorológico que les enseña a los pescadores a aprovechar al máximo los frutos del mar—sujetar el húmedo elemento a su control—es a la vez ‘bárbaro’ y ‘diligente’. El monólogo presenta la tecnología que concede este control al hombre en una luz ambigua por su estrecha relación con la dominación, preocupación omnipresente en las Soledades.

Góngora alude al anhelo humano de dominar el mar, que se refleja en el arte de navegar y el de pescar. Sin embargo, los pescadores sólo desean dominar el mar para sobrevivir, mientras los navegantes eligen viajar en alta mar para dominar el mundo y satisfacer su codicia personal. A la vez en la literatura, la luna puede simbolizar la oscuridad y la muerte. Por eso, es apropiado referirse a ella en un monólogo contra la dominación y la envidia de la Corte.

El poeta emplea las estrellas en el poema también, los cuerpos brillantes que iluminan el cielo nocturno. En la Soledad Primera, el v. 6 se lee: «en campos de zafiro pace estrellas». Esta imagen gemológica prepara el camino por el poema, y aunque en la literatura la noche puede representar la oscuridad y la pesadumbre, las estrellas ofrecen un rayo de esperanza al náufrago cuando llega a la orilla. Otra vez Góngora describe el resplandor de las estrellas en los vv. 71-72: «aun a pesar de las tinieblas bella,/aun a pesar de las estrellas clara». Mientras el peregrino viaja al hogar del pastor, su camino está iluminado en parte por las estrellas. La próxima vez que el poeta emplea las estrellas viene en los vv. 212-221, cuando un cabrero habla de unas ruinas ahora cubiertas por yedras:

«Aquéllas que los árboles apenas
dejan ser torres hoy, dijo el cabrero
con muestras de dolor extraordinarias,
las estrellas nocturnas luminarias
eran de sus almenas,
cuando el que ves sayal fue limpio acero.
Yacen ahora, y sus desnudas piedras
visten piadosas yedras:
que a rüinas y a estragos,
sabe el tiempo hacer verdes halagos.»

El cabrero alude en estos vv. a su propio pasado cuando era soldado, y habla de la belleza de las estrellas que brillaban en los edificios. Sin embargo, aunque las torres están en ruinas, la naturaleza encuentra la manera de embellecerlas. Es posible que Góngora quisiera decir aquí que una cosa, o una persona, con un pasado difícil puede volverse hermosa otra vez con tiempo en la naturaleza. Durante la boda, Góngora describe el paisaje en el bosque en los vv. 573-575: «Centro apacible un círculo espacioso/a más caminos que una estrella rayos,/hacía, bien de pobos, bien de alisos». La organización de los árboles se parece a una estrella. Otra vez durante la boda, un coro que canta habla de las estrellas para pedir a Himeneo una cosecha abundante: «Ven, Himeneo, y nuestra agricultura/de copia tal a estrellas deba amigas» (vv. 819-820). Se sabe que durante los siglos XVI-XVII, los astrólogos hacían predicciones sobre la agricultura según eventos celestiales, a veces leyendo las estrellas. La última vez que aparece la palabra «estrella» en la Soledad Primera se lee en los vv. 1069-1072: «del galán novio, de la esposa bella,/los rayos anticipa de la estrella,/cerúlea ahora, ya purpúrea guía/de los dudosos términos del día». Esta estrella es la de Venus, la estrella de la mañana y la tarde. Beverley lo explica: «la puesta del sol (identificado con Júpiter, es decir, lo viril) anticipa la salida del planeta Venus…que marca así los límites del día y que ‘feminiza’ el ambiente».

En la Soledad Segunda, Góngora utiliza las estrellas en una metáfora para describir las hijas del viejo pescador «por seis hijas, por seis deidades bellas,/del cielo espumas y del mar estrellas» (vv. 214-215). El poeta las describe como estrellas del mar debido a su belleza y sus capacidades en el agua. También, Góngora las describe con atributos de Venus, que nació en el mar y representa la estrella de ambos la mañana y la tarde. Es más, «espumas» es una imagen sexual que alude a Zeus porque el dios era su padre. En el v. 297, Góngora utiliza las estrellas otra vez para hablar del rocío de la mañana: «de las mudas estrellas la saliva». Es decir, el rocío viene de las estrellas que se desvanecen cuando viene la mañana. Se ve una referencia a Portugal y el tesoro que obtenía de sus colonias asiáticas en los vv. 375-379: «y el mar que os la divide, cuanto cuestan/Océano importuno/a las Quinas, del viento aun veneradas,/sus ardientes veneros,/su Esfera lapidosa de luceros». Beverley comenta dicho apartado de este modo: «…sea para él [el anciano] la misma distancia de mares que navegan los Portugueses desde España a la India, en busca de los veneros de las piedras preciosas». Al decir que las piedras parecen luceros, se puede imaginar su belleza, que posiblemente se añadía a la codicia de ambos los portugueses y los españoles que las codiciaban. El último uso de las estrellas aparece en los vv. 897-901 para hablar de la codicia: «deste género alado,/si como ingrato no, como avariento,/que a las estrellas hoy del firmamento/se atreviera su vuelo/en cuanto ojos del cielo». Este pasaje forma parte de la descripción de las aves de rapiña que ven los hombres desde su barco. Beverley lo comenta, siguiendo a Pellicer:

Las cuervas atacan los ojos dorados del búho «no como ingratos (porque no avían sido criadas o alimentadas del Búho las cuervas, para que se dixesse: Cría Cuervos, y sacarte han los ojos) sino como avarientos, como insaciables, aludiendo a la sed que tienen del oro los avarientos… Si envidian los ojos dorados del Búho los Cuervos, que se atreverán sus alas a acometer a las estrellas del firmamento, en cuanto ojos del cielo». ¿Alegoría de los enemigos de Góngora, envidiosos del oro intuitivo de su poesía?

Es posible que este fragmento conlleve un doble sentido, que tal vez aluda ambos a la envidia de los otros poetas que escribían durante la época de Góngora, pero también a la envidia que existía en los marineros codiciosos que viajaban a tierras nuevas para dominarlas y robarles sus tesoros.

Finalmente, Góngora se refiere a cometas en la Soledad I, en los vv. 645-50: «al pueblo llegan con la luz que el día/cedió al sacro Volcán de errante fuego,/a la torre de luces coronada/que el templo ilustra, y a los aires vanos/artificiosamente da exhalada/luminosas de pólvora saetas,/ purpúreos no cometas». Aquí Góngora manipula la referencia para hacer otra maldición contra la Corte española. Beverley lo explicará:

…la torre del templo de la aldea, iluminada por fuegos de artificio para anunciar la boda. El joven (el inconsiderado peregrino celebra el espectáculo; el más prudente montañés, avisado por su propio desastre en la Conquista, critica el exceso de luz («que no aviendo de tener más de cinco teas Himeneo Dios», explica Pellicer). Piensa que invita el desastre de un «nocturno» Faetón. (Faetón, adolescente atrevido como el peregrino, quiso conducir el carro de su padre el Sol. No pudiendo gobernarlo, cayó y abrasó la tierra.) …teme que los fuegos de artificio puedan quemar la aldea…

Es decir, el montañés teme que los fuegos puedan quemar la aldea como los fuegos de la avaricia han quemado las Indias. Los vv. que siguen se leen así: «Los fuegos pues el joven solemniza,/mientras el viejo tanta acusa Tea/al de las bodas Dios, no alguna sea/de nocturno Faetón carroza ardiente,/y miserablemente/campo amanezca estéril de ceniza/la que anocheció aldea». El poeta alude a Faetón varas veces en el poema, pero raramente lo escribe explícitamente, y este mito queda al fondo del poema mientras sigue los principios y los finales de los días a través del poema. El mito de Faetón es uno que advierte contra el orgullo desmedido humano, un tema central de las Soledades. Schmidt lo explica: «Aquí la arrogancia de emular al Sol, como hizo Faetón, se une con la posibilidad de infertilidad. Es posible que prendan fuego los campos y se hagan estériles». Con el uso de la alusión, Góngora compara la arrogancia del Faetón mitológico con la de los conquistadores españoles que van a «quemar» el Nuevo Mundo con su avaricia incontrolable. Schmidt añade: «La arrogancia del vuelo, político, tecnológico o poético, es una tarea peligrosa en su desafío de las autoridades, naturales o no, representado en el mito de Faetón por el Sol/Padre».

Además de la crítica de la Corte española, Góngora opina del arte en sí en estos versos. Sin duda, las Soledades no sólo es un poema, sino también es una obra de arte. El lector embarca en un viaje, al igual que el peregrino, y tiene que atravesar el lenguaje complicado, las alusiones, las referencias históricas y mitológicas, y los símbolos que existen en casi cada verso. Según Collins, para Góngora «el arte posee un atributo binario y ambiguo con respecto a la naturaleza que a veces lo dota con un carácter conflictivo inevitable». Para Collins, las opiniones opuestas del peregrino y el anciano sobre los fuegos artificiales demuestran este propósito:

El peregrino contempla este arte evanescente y luminoso [los fuegos artificiales] con los ojos de asombro, mientras el montañero viejo, como Casandra, mira el espectáculo como un preludio latente a una conflagración desatada por un artífice que no puede controlar su propia creación—la imagen de Faetón. El protagonista sólo ve belleza, mientras que el serrano anticipa la pérdida del pueblo, tal vez de vidas humanas y el expolio del mundo verde.

En este fragmento, con la ayuda de dos palabras que se relacionan con el discurso astrológico y mitológico («cometas» y «Faetón»), Góngora logra criticar ambos la Corte española que no puede controlar su avaricia y el artista que pierde el control de su creación por ser demasiado ambicioso. Collins concluye: «Si Góngora desea enseñar una lección sutil, esa instrucción parece tomar forma de un aviso que la gente que emplea la naturaleza para producir artefactos tiene que controlar y manipular las fuerzas naturales y hermosas de la naturaleza sin volvérselos en la fuente de inspiración misma o en la humanidad…». En este caso, el artista puede ser el conquistador que emplea la naturaleza (el mar) para obtener dinero, poder y riqueza (sus artefactos), pero a la vez manipula su control de las aguas para dominar la humanidad (la gente indígena de las Indias). Es más, el mito de Faetón puede representar el deseo de la libertad y «el peligro del intento humano a desafiar creativamente las tradiciones de tiempo y autoridad también se reitera en el uso de los mitos de Faetón y el fénix. La arrogancia juvenil de Faetón en tomar las riendas del Sol de su padre Febo repite este vuelo hacia la libertad ilusoria de encarcelamiento y autoridad». Aunque Góngora emplea la alusión de Faetón para desaconsejar los viajes en alta mar y la conquista, es posible que también use el mito para referirse a su propia vida como poeta. Ya se sabe que recibió mucha crítica porque su poesía no se conformaba a las normas de la época y tal vez Góngora se veía como un tipo de Faetón,  rompiendo con las normas poéticas y escapándose de sus enemigos.

5.3 Las constelaciones

The Fall of Icarus Jacob – Peter Gowy

Además de las estrellas en sí, Góngora también incluye referencias a las constelaciones del cielo nocturno, que son un componente vital en la astrología y la mitología. El poeta se refiere a la constelación de Géminis en I, vv. 62-64: «Rayos—les dice—ya que no de Leda/trémulos hijos, sed de mi fortuna/término luminoso». Beverely se dedica a explicarlo: «La breve luz promete un término (protección) porque es como el llamado fuego de Santelmo, el cual, en la superstición marítima, indicaba la presencia providencial de los gemelos Cástor y Pólux, hijos de Leda y Júpiter». Además, en la astrología, se asocia Géminis con el planeta Mercurio, que representa el cambio rápido en la vida. Es posible que sea un presagio para el cambio positivo en la vida del náufrago. Góngora se refirirá a la constelación de la Cruz del Sur en I., vv. 424-429: «Lestrigiones el Istmo, aladas fieras:/el Istmo que al Océano divide,/y sierpe de cristal, juntar le impide/la cabeza del Norte coronada/con la que ilustra el Sur cola escamada/ de Antárticas estrellas». Se puede ver esta constelación en el cielo en cualquier noche del año en el hemisferio sur, y también de las latitudes tropicales del hemisferio norte durante el inverno y la primavera. Góngora se referirá a esta constelación aquí porque alude a la conquista del Perú por Pizarro.

En la Soledad Segunda, Góngora aduce la constelación de Capricornio en los vv. 303-308: «Llegaron luego donde al mar se atreve,/si promontorio no, un cerro elevado,/de cabras estrellado,/iguales aunque pocas,/a la que, imagen décima del cielo,/flores su cuerno es, rayos su pelo». Beverely señala lo siguiente: «el signo de Capricornio, décimo del Zodiaco…El cuerno de Capricornio o de Amaltea es la Cornucopia, símbolo de las utilidades que regala la Naturaleza en abundancia». Más adelante, una referencia a las constelaciones de la Osa Mayor y la Menor incluso aparece entre los vv. 612-619: «Invidia convocaba, si no celo,/al balcón de zafiro/ las claras, aunque Etíopes estrellas,/y las Osas dos bellas,/sediento siempre tiro/del carro perezoso, honor del cielo;/mas, ay, que el rüido/de la sonante esfera». La historia de estas constelaciones proviene de la fábula de Cefeo, el rey de Etiopía, con su esposa e hija. Después de morirse, los tres aparecieron en el cielo como estas constelaciones. Beverely lo explica: «…llega noche, y con ella, como celosas del dulce canto de Mícon y Lícidas, las estrellas septentrionales, brillantes aunque Etíopes (porque llevan los nombres de la aristocracia negra de la antigua Etiopía: Cefeo, Casiopea y su hija Andrómeda) y la Osa Mayor y Menor, sediento tiro porque estas constelaciones nunca bajan al horizonte de mar…».

Además, en el v. 619, el poeta habla del sonido de la esfera celestial: «[este verso] alude a la creencia de que el movimiento de los cuerpos celestiales componía una música, que aquí impide que las Osas oigan la canción de los pescadores. Así, quieren bajarse del cielo al mar con las otras estrellas septrionales… si Tetis, fiel a la venganza de Juno, lo permitiera». Es más, el poeta menciona la estrella Trión, una estrella fija en la Ursa Mayor, para señalar la noche en el v. 671 de la Soledad Primera: «cruza el Trión más fijo el hemisferio». Finalmente, Góngora alude a la constelación de Cruz Norte, o El Cisne, en los vv. 804-805: «tan vecino a su cielo/el Cisne perdonara, luminoso». Esta constelación es una de las cuarenta y ocho identificadas por Tolomeo. Se asocia El Cisne con el mito de Faetón, que condujo el carro del sol demasiado cerca del Sol donde se precipitó a la tierra: un mito que frecuentemente se asocia con la avaricia. Es obvio que Góngora estaba familiarizado con las constelaciones importantes de la época y se refiere a ellas para enriquecer la imaginería de su poesía.

Además de las constelaciones, se ven varias veces unas referencias al eclíptico, o el camino que sigue el Sol durante un año. El v. 711 se lee: «mordiendo oro, el eclíptico zafiro», mientras el 734 se lee así: «le responden, la eclíptica ascendiendo». Se asocian estas referencias no sólo con el concepto astrológico, sino también con el Carro del Sol de la mitología. Se sabe sin duda alguna que Góngora frecuentemente hace referencia a la mitología en la mayoría de sus poemas, y las Soledades no son la excepción. Hay una plétora de referencias mitológicas a través del poema. Desde luego, uno puede relacionarlas con la astrología. Por ejemplo, en las primeras dos estrofas de la Soledad Primera, el poeta alude al mito de Júpiter, que tomó la forma del toro para violar a Europa; a la vez es una referencia a la constelación de Tauro. También, él menciona a Ganimedes, el copero de Júpiter, que se convirtió en la constelación de Acuario después de morirse: «Era del año la estación florida/en que el mentido robador de Europa/media luna las armas de su frente,/y el Sol todo los rayos de su pelo,/luciente honor del cielo,/en campos de zafiro pace estrellas/cuando el que ministrar podía la copa/a Júpiter mejor que el garzón de Ida» (vv. 1-8). Góngora utiliza estas referencias para decir al lector que es primavera, porque Tauro es el símbolo de esta estación. Es más, el planeta que gobierna Acuario es Urano, que simboliza el cambio repentino en la vida. Tal vez Góngora eligiera usar esta referencia para simbolizar el cambio profundo en la vida del náufrago. En su estilo típicamente gongorino, el poeta escribe ocho versos para decir al lector que la acción del poema ocurre en primavera.

La alusión a Ganimedes y la constelación Acuario ocurre dos veces más en la obra en la Segunda Soledad. El v. 226 se lee: «urna de Acuario, la imitada peña», porque Acuario normalmente lleva un jarro de agua. Otra vez, el personaje Lícidas alude a Ganimedes en los vv.575-576: «…el mar a quien de redes,/más que a la selva lazos Ganimedes». Antes que Júpiter capturó a Ganimedes, el joven mortal era pastor y cazador del monte Ida en la Troya antigua. Otra referencia a una constelación se encuentra en el v. 204 de la Soledad Primera cuando Góngora menciona a Amaltea, la cabra que amamantaba a Júpiter cuando era bebé.

Después de morirse, Amaltea se convirtió en la constelación de Capricornio. Es más, su cuerno era la cornucopia que representa la abundancia ofrecida por la naturaleza. Varias veces aparece una alusión al mito de Ícaro, que voló demasiada cerca del Sol y por ende se cayó al mar donde se ahogó. Sobre el contexto histórico de este mito Schmidt señala:

Según Carlo Ginzburg, durante el Renacimiento Ícaro representaba a los hombres que se atrevían a saber secretos naturales, religiosos o políticos, “astrólogos, astrónomos, teólogos heréticos, filósofos que eran propensos a la especulación, teoristas políticos anónimos. Para Pedro Sánchez de Viana, un traductor español de la Metamorfosis (1589), el mito de Ícaro enseña que “una persona debe evitar los extremos, quedar en el centro y así escaparse de la mala fortuna”. Común a estas interpretaciones moralizadoras es un aviso de advertencia contra cualquier comportamiento que ose superar las cadenas de comportamiento normal y que está atado a la tierra”.

Góngora escoge esta referencia para hablar de la envidia, y tal vez también para comentar el poder del Sol. En su monólogo contra las acciones de la Corte española, el náufrago alude a Ícaro en I., vv. 132-133: «ni de los rayos baja a las espumas/favor de cera alado». Beverley lo explica así: «es decir, adular al poderoso, al privado, mientras ostenta su poder, adulación que hace del cortesano un nuevo Ícaro, que en ostentando sus propias ‘plumas’ corre el peligro de caer en un desastre». Otra referencia a Ícaro se halla en el v. 1009: «Ícaro montañés», para describir a un chico que lucha en las festividades de la boda. Este chico pierde la competencia por su exceso de confianza, como Ícaro y su arrogancia.

Existe escondida al final del poema otra alusión a Ícaro durante la escena de la cetrería, pero una que no es muy obvia. Los vv. 931-936 se leen así: «Tirano el Sacre de lo menos puro/desta primer región, sañudo espera/la desplumada ya, la breve esfera,/que, a un bote corvo de fatal acero/dejó el viento, si no restituído,/heredado en el último graznido». Beverley lo explica: «En la versión del texto que reprodujo Pellicer en sus Lecciones, la Segunda Soledad rompe con la imagen gráfica de un halcón muriendo y cayendo como Ícaro al mar, con quien identifica Góngora su peregrino». Aunque no menciona explícitamente a Ícaro, el poeta todavía consigue representar el figuro mitológico para terminar su poema. Ahora, el poema no lleva ni la paz ni la tranquilidad que Góngora recalca en las escenas previas de la boda y las llanuras. Beverley comenta así:

Un pasaje oscuro: ¿alude al desastre que sufre Góngora en 1618 a causa de la caída de poder de Lerma en el “golfo de pesadumbres” de la Corte? ¿Es una alegoría inconsciente o intencional del fracaso de las Soledades, de la ambición gongorina de hacer su poesía un modo de entender y reconstruir una España cerrada con los intereses de su clase dominante en una espiral de guerra y postración económica, ahora dejada “desplumada”.

Cualquier respuesta a estas preguntas la quería Góngora, y lo que se puede determinar con certeza es que Góngora emplea el mito de Ícaro para alertar contra el subirse y el caerse como resultado de la avaricia: del peregrino, del imperio español, de su propio poema.

Finalmente, la alusión más frecuente a través de la obra es al dios Neptuno, el dios del mar. Como el dios, el planeta de Neptuno también representa el mar y las aguas. Neptuno aparece seis veces en las dos Soledades, y Góngora repite esta referencia para hablar poéticamente sobre el mar. Normalmente las referencias aluden al peligro y al poder del mar, tal vez en una manera de alertar contra la navegación a las tierras nuevas. Aunque existen otras alusiones a la mitología en el poema, las mencionadas se relacionan más bien con la astrología y las constelaciones de la astronomía. El uso frecuente de estas referencias demuestra el nivel alto de conocimiento que tenía Góngora sobre las estrellas, el cielo y la mitología. Es casi imposible leer una estrofa sin ver una referencia que pertenezca a uno de estos elementos.

Se puede ver en los capítulos anteriores que Góngora utilizaba el discurso de la navegación, está siendo una práctica esencial del gobierno español, para criticar el dominio por parte de España. Al hacer esto, el poeta usaba la práctica propia del gobierno para criticar las acciones cortesanas. Cuando los españoles conquistaron el Nuevo Mundo, utilizaban informaciones astrológicas para defender sus acciones. Durante la época, se sabe que los astrólogos pensaban que las estrellas eran capaces de gobernar las características de la gente en la tierra. Cuando unos científicos empezaron a descubrir las nuevas constelaciones del Nuevo Mundo, ellos decían que las características de la gente indígena eran gobernadas por las estrellas. Según Fernández de Oviedo, la gente que vivía bajo las estrellas del Nuevo Mundo (la gente indígena), eran cobardes tímidos condenados a trabajo duro y sufrimiento. Los españoles manipulaban estas hipótesis para justificar el maltrato de los indígenas. Cañizares Esguerra lo especifica:

Los humanistas españoles y teólogos neo-escolásticos tenían debates extensos…en que retrataban a los indígenas del Nuevo Mundo como esclavos naturales, como gente con una falta de razón y prudencia política demostrado por sus maneras brutales y malentendido básico de las leyes naturales más básicas y, por eso, no tenían el derecho de tener propiedad ni gobernarse ellos mismos. Este paradigma, que ayudaba a justificar la expansión colonial española temprana, pronto era reemplazado por una opinión que el indígena era un cargador del alma humana y entonces, era un miembro potencial de un estado autónomo cristiano. Sin embargo, en esta versión nueva, se representaba el indígena como un niño detenido psicológicamente, y se tenía que administrar sus derechos innatos naturales por representante.

A la vez, había la creencia de que las estrellas del Nuevo Mundo también desvelaban el diseño especial de la tierra para el nuevo imperio español. Los españoles usaban la astrología y la astronomía para justificar ambos el imperio y la dominación de la gente indígena. Como su uso de la navegación, Góngora también eligió emplear el discurso astrológico, no para defender las acciones de la Corte, sino para enriquecer con léxico e imaginería audaz su obra, que en realidad es una crítica de la real política española de ultramar. Es irónico que Góngora tuviera la habilidad de usar la navegación y la astrología para escribir una obra en que rechaza completamente al gobierno español cuando, a la vez, la Corte utilizaba estas dos ciencias para defender la expansión de su imperio.

α

…Pasaron todos, pues, y regulados
Cual en los Equinoccios surcar vemos
Los piélagos del aire libre algunas
Volantes no galeras,
Sino grullas veleras,
Tal vez creciendo, tal menguando lunas
Sus distantes extremos,
Caracteres tal vez formando alados
En el papel diáfano del cielo
Las plumas de su vuelo…

Soledad Primera – Parte III

δ

Obras citadas
Alonso, Dámaso. “Las «Soledades» de don Luis de Góngora:” Obras completas. Vol. 6. Gredos, 1982. Impreso.
Beverley, John. Aspects of Góngora’s “Soledades”. Amsterdam: John Benjamins B.V., 1980. Impreso.
—. “Sobre Góngora y el gongorismo colonial.” Revista iberoamericana. 47.114 (1981): 33-44. Impreso.
Bultman, Dana C. “Shipwreck as Heresy: Placing Góngora’s Poetry in the Wake of the Renaissance Epic, Fray Luis, and the Christian Kabbala.” Hispanic Review 70.3 (2002): 439-458. Impreso.
Cañizares Esguerra, Jorge. New World, New Stars: Patriotic Astrology and the Invention of Indian and Creole Bodies in Colonial Spanish America, 1600-1650. The American Historical Review 104.1 (1999): 33-68. Impreso.
Collard, Andrée. “La ‘herejía’ de Góngora.” Hispanic Review 36.4 (1968): 328-337. Impreso.
Collins, Marsha S. The Soledades, Góngora’s Masque of the Imagination. Columbia: University of Missouri Press, 2002. Impreso.
Cortés, Juan B. “The Achievement Motive in the Spanish Economy between the 13th and 18thCenturies.” Economic Development and Cultural Change 9.2 (1961): 144-163. Impreso.
Cortés Albácar, Martín. Breve compendio de la esfera y del arte de navegar. Madrid: Editorial Naval, 1990. Impreso.
Cuesta Domingo, Mariano. Estudio del Breve compendio de la esfera y del arte de navegar de Martín Cortés Albácar. Madrid: Editorial Naval, 1990. Impreso.
Ernst, Germana. “‘Veritatis amor dulcissimus’: Aspects of Cardano’s Astrology.” Secrets of Nature: Astrology and Alchemy in Early Modern Europe. Ed. William R. Newman and Anthony Grafton. London: The MIT Press, 2001. 39-68. Impreso.
Everitt, Anthony. Augustus: The Life of Rome’s First Emperor. New York: Random House LLC, 2007. Impreso.
Gates, Eunice Joiner. “Las Soledades de Don Luis de Góngora.” Hispanic Review 4.4 (1936): 391-392. Impreso.
Góngora, Luis. Soledades. Ed. John Beverley. Madrid: Ediciones Cátedra, 1979. Impreso.
Gorman, Robert. “Poets, Playwrights, and the Politics of Exile and Asylum in Ancient Greece and Rome.” International Journal of Refugee Law 6.3 (1994): 402-424. Impreso.
Haring, Clarence Henry. Comercio y navegación entre España y las Indias: en la época de los Hapsburgos. México: Fondo de Cultura Económica, 1939. Impreso.
Jammes, Robert. La obra poética de Don Luis de Góngora y Argote. Madrid: Editorial Castalia, 1987. Impreso.
Jáuregui, Carlos. “Apetitos coloniales, salvajes críticos y razón de imperio en las Cortes de la Muerte (1557).” Bulletin of the Comediantes 58.1 (2006): 103. Impreso.
Kluge, Sofie. “Amazonas del mar y sátiros acuáticos: Góngora y literatura mitológica.” Revue romane 44.1 (2009): 94-111. Impreso.
—. “Góngora’s Heresy: Literary Theory and Criticism in the Golden Age.” MLN 122.2 (2007): 251-271.
Lanuza-Navarro, Tayra. “Astrological Literature in Seventeenth-Century Spain”. The Colorado Review of Hispanic Studies 7 (2009): 119-136. Impreso.
Magnier, Grace. Pedro de Valencia and the Catholic Apologists of the Expulsion of the Moriscos. Leiden: Koninklijke Brill, 2010. Impreso.
McCaw, Robert John. The Transforming Text: A Study of Luis de Góngora’s Soledades. Potomac: Scripta Humanistica, 2000. Impreso.
Medina, Pedro. A Navigator’s Universe: The LIBRO de COSMOGRAPHÍA of 1538. Trad. Ursula Lamb. Chicago: The University of Chicago Press, 1972. Impreso.
Navarro Brotons, Víctor. “Astronomía y cosmología en la España del siglo XVI.” Actes de les II Trobades D’Història de la Ciència i de la Tècnica: (Peñíscola, 5-8 Desembre 1992) (1993): 187-213. Impreso.
Newman, William R. and Anthony Grafton. Secrets of Nature: Astrology and Alchemy in Early Modern Europe. London: The MIT Press, 2001. Impreso.
Orozco Díaz, Emilio. En torno a las “Soledades”de Góngora. Granada: Universidad de Granada, 1969. Impreso.
Osuna Cabezas, María José. Góngora vindicado: Soledad primera, ilustrada y defendida. Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza, 2009. Impreso.
Pabst, W. La creación gongorina en los poemas Polifemo y Soledades. Trad. Nicolás Marín. Madrid: Impreta Aguirre, 1966. Impreso.
Pérez-Mallaína, Bueno, y Pablo Emilio. Spain’s Men of the Sea: Daily Life on the Indies Fleets in the Sixteenth Century. Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1998. Impreso.
Phillips, Carla Rahn. “Spanish Merchants and the Wool Trade in the Sixteenth Century.” The Sixteenth Century Journal 14.3 (1983): 259-282. Impreso.
Rico García, José Manuel. “Un comentario alegórico al discurso de las navegaciones de las Soledades.” Actas de IV Congreso Internacional de la Asociación Internacional Siglo de Oro 4 (1996): 1331-1338. Impreso.
Rivers, Elias L. “Góngora y el nuevo mundo.” Hispania 75.4 (1992): 856-861. Impreso.
Samsó, Julio. Astronomy and Astrology in al-Andalus and the Maghrib. Burlington: Ashgate/Variorum, 2007. Impreso.
—. “The Early Development of Astrology in al-Andalus.” Journal for the History of Arabic Science 3.2 (1979): 228-243. Impreso.
Schmidt, Rachel. “Challenging the Order of the Sun in Góngora’s Soledades.” Imagining Culture: Essays in Early Modern History and Literature. Ed. Jonathan Hart. New York and London: Garland Publishing, Inc., 1996. 165-182. Impreso.
Taylor, E.G.R. The Haven-Finding Art. London: Hollis & Carter, 1956. Impreso.

Ω